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8M verde y socialista: No llegamos todas

El 8 de marzo (8M) se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una fecha que, más allá de las postales de Piolín, las felicitaciones y los dulces mensajes para el “ser más hermoso del planeta”, nos remonta a las victorias de las mujeres organizadas en nuestra lucha por una vida más digna.

La raíz del 8M verde y socialista

Es crucial destacar que, si bien la ONU declaró oficialmente este día en 1975, su origen data de momentos históricos protagonizados por mujeres socialistas y obreras que buscaban visibilizar sus exigencias y su lucha.

Un ejemplo clave es el II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas celebrado en Copenhague en 1910. Allí, más de cien mujeres de 17 países, siguiendo la propuesta de Clara Zetkin, representante del Partido Socialdemócrata Alemán, establecieron la necesidad de un Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En esa reunión, se planteó la lucha por el derecho al voto femenino y la protección social para las madres. En ese sentido, resulta fundamental reconocer la estrecha relación entre la lucha por el socialismo y la lucha por los derechos de las mujeres, especialmente de la mujer trabajadora.

Históricamente, es un día de organización y movilización, donde tomamos las calles para evidenciar la opresión y explotación que sufrimos el pueblo en general, pero como mujeres trabajadoras sabemos que tenemos problemáticas especificas, por ello en vísperas del 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, queremos compartir con ustedes una reflexión necesaria en estos momentos donde el discurso oficial nos inunda con frases como: “es tiempo de mujeres”, “llegamos todas”, esperando contribuir a la lucha por el socialismo.

8M día internacional de la mujer trabajadora. Foto FRAGUA archivo.
8M día internacional de la mujer trabajadora. Foto FRAGUA archivo.

El 8M con la presidenta Claudia Sheinbaum

El 1 de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo tomó posesión como la primera presidenta de este país. Ifigenia Martínez le colocó la banda presidencial, y en un recinto oficial lleno de diplomáticos y empresarios, emitió su primer discurso como presidenta: “Por primera vez, las mujeres llegamos a conducir los destinos de nuestra hermosa Nación. Y digo llegamos, porque no llego sola, llegamos todas”. La sala estalló en aplausos y vítores ante esta afirmación.

Sin embargo, hoy, a más de cien días de gobierno de la presidenta, seguramente ya hemos leído o escuchado diversos análisis sobre el por qué muchas mujeres no nos sentimos identificadas con la frase “llegamos todas”.

Si bien es cierto que, para un país como México en el que los movimientos sociales han reivindicado la lucha contra el machismo y por la equidad de género, el hecho de que cada vez más mujeres ocupen cargos públicos es un avance político, esto se ha logrado gracias a la movilización popular y social, somos conscientes que sin la transformación de las condiciones estructurales que originan ese tipo de violencia, las mujeres que lleguen a ocupar esos cargos públicos, la mayoría de las veces lo harán, consciente o inconscientemente, desde el interés de defender la clase que representan: la pequeña y la gran burguesía.

Desde su llegada a la presidencia, Sheinbaum anunció diferentes acciones y programas sociales para asegurar el pleno reconocimiento de los derechos de las mujeres. Entre esas acciones y programas, destacan la creación de la Secretaría de las Mujeres, la reforma constitucional para garantizar la igualdad sustantiva de las mujeres, que implica el derecho a una vida libre de violencia, perspectiva de género en seguridad pública y de juzgadores, paridad de género en puestos públicos, así como la eliminación de la brecha salarial. Además, se impulsaron diversos programas sociales como la Pensión Mujeres Bienestar de 60 a 64 años.

¿Los programas sociales resuelven el problema del 8M?

En ese sentido, el reconocimiento en el papel de los derechos de las mujeres y el impulso de los programas sociales no van a resolver los altos índices de violencia contra las mujeres, incluyendo los feminicidios, ni las demandas de luchas de diversas organizaciones que exigen la justicia en casos de desaparición forzada y el acceso a una vida digna para todas y todos.

Sabemos del carácter progresista que todas esas acciones representan, somos consientes que por decretos y programas sociales no se modifica la estructura social que da origen a la violencia contra las mujeres trabajadoras del campo y la ciudad, pues recordemos que el origen de la opresión y la explotación —no sólo de las mujeres, sino de la mayoría de la población en beneficio de la clase burguesa— es la propiedad privada de los grandes medios de producción.

8M: Altagracia como representante de la burguesía

Por ello, las militantes y colaboradoras de la OLEP, consideramos necesario cuestionar si el discurso presidencial es cierto y si su reformismo es efectivo.

¿Llegó la mujer trabajadora? ¿La que tiene que soportar hasta seis horas en el transporte público para llegar a su trabajo? ¿La hija que lucha por la presentación con vida de su padre? ¿Porqué nos preguntamos esto? porque al paso de los meses, a quienes hemos visto acudir a Palacio Nacional son mujeres como Altagracia Gómez, coordinadora del Consejo Asesor Empresarial. Esta joven millonaria se presenta como heroína que trazó junto a los burgueses el tan famoso Plan México, el cual promete una “prosperidad compartida” y un “capitalismo consciente”, y que, con las declaraciones de Donald Trump hasta nacionalista salió.


Soberanía: Un Plan México poco mexicano. Foto: FRAGUA 103

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Esta imagen que nos presentan de Altagracia como empresaria empoderada, como un ejemplo a seguir para las millones de mujeres que habitamos este país, no es como nos la pintan. No es simplemente una mujer que llegó a donde está por su puritito esfuerzo.

¿Quién es Altagracia Gómez Sierra?

Ella pertenece a una familia burguesa, que se benefició con la venta de empresas que le pertenecían al Estado, como Minsa, y que se benefició con el tan famoso Fobaproa. Es ella quien acude a las mañaneras del pueblo, es ella quien se sienta al lado de la presidenta, no la mujer de la clase proletaria. Porque el simple hecho de que una mujer esté en la presidencia, no significa que represente a la clase proletaria, como ya lo hemos dicho es otros artículos de fragua, la 4T representa los intereses de la clase burguesa y pequeño burguesa, esto nos ayuda a tener claridad de cuál debe ser nuestro papel en la lucha por la transformación del sistema capitalista.

8M: la emancipación de la mujer es socialista y verde

Quienes integramos la OLEP recordamos con orgullo que el 8 de marzo nació como una expresión no sólo de las pugnas anticapitalistas y antiimperialistas, sino también como lucha a favor del socialismo. Pensamos —igual que lo hicieron Clara Zetkin, Nadezdha Krupskaya y Rosa Luxemburgo, entre otras — que la emancipación de la mujer no puede ni debe estar desligado de la lucha por el socialismo.

En ese sentido, tal como lo expresamos en nuestro Programa Mínimo, participamos en las luchas por reformas que pretendan beneficiar en lo inmediato a las mujeres trabajadoras; sin embargo, en tanto que marxistas-leninistas vinculamos esa pugna con la lucha histórica de la abolición de clases, porque sabemos que la condición material de las mujeres proletarias no mejorará radicalmente mientras exista el capitalismo. Hoy que en México presidenta se escribe en femenino es más necesario que nunca dotar de un carácter de clase proletario a la lucha por la emancipación de la mujer. 

Que el 8 de Marzo sea una jornada verde y morada, pero fundamentalmente roja.

Que no “lleguen” las burguesas, como Altagracia Gómez, cuyas empresas nos despojaron con el neoliberalismo.

Que sea tiempo de mujeres, pero proletarias y campesinas.

Que la igualdad no sea disque sustantiva, sino real y palpable.

Que la igualdad sea de género, pero sin diferencias de clase social.

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