Burguesía automotriz: enriquecimiento sin freno
El 26 de marzo, D. Trump firmó un decreto arancelario más, esta vez para imponer aranceles de 25% a todos los vehículos fabricados fuera de EUA. Pocas horas después, la Casa Blanca matizó que las autopartes incluidas en el T-MEC permanecerían libres de impuesto hasta poder determinar su contenido “no estadounidense”. El 3 de mayo entraría en vigor la medida. Mientras llegaba la temida fecha, el gobierno mexicano quiso “trato preferencial” de su contraparte gringa: disminuir tanto como fuera posible el porcentaje tarifario. Las grandes automotrices perdieron valor en las bolsas, unas dijeron que se iban a Argentina, otras que paraban temporalmente la producción. Claudia Sheinbaum salió a decir que ninguna planta automotriz se iba. Las cámaras patronales de autos, tanto de México como de EUA, se pronunciaron contra los aranceles.
A fines de abril, Trump rebajó el castigo: exención de aranceles para autos con un contenido 85% norteamericano, evitar sumar más aranceles a los ya existentes para el acero y aluminio, reembolsos parciales a autopartes en función de su contenido norteamericano, y una política de incremento arancelario anual con el fin —dijo— de regresar la producción a EUA. En mayo ya se dejaron ver los primeros efectos de los aranceles: descensos aún
leves en la exportación de autos de México a EUA y en las ventas, incluido el mercado mexicano. Sheinbaum se reunió con la patronal automotriz nacional y anunciaron que, como parte del Plan México y con un llamado “Decreto Automotriz”, buscarán incrementar la producción nacional para importar menos autos de China e India; también manifestaron querer aumentar el contenido nacional de las autopartes. Hasta aquí la crónica noticiosa.
PROLETARIADO AUTOMOTRIZ
Pero entre todo este conflicto económico y aparentemente entre países, ¿dónde queda el trabajador mexicano? Esta pregunta resulta necesaria, porque el proletariado automotriz es el mayor afectado; suya es la vida que se va de jornada en jornada para enriquecer a un burgués transnacional.
Revisemos algunos datos. Se estima que en México existe aproximadamente 1 millón 300 mil empleos directos en la rama de autos. Se exporta a EUA un valor de 135 mil millones de dólares al año, un 22% del total de las exportaciones nacionales. Genera el 4.47% del PIB nacional. Toda esta producción de riqueza es mérito de los trabajadores y no de las empresas, a quienes usualmente los medios noticiosos atribuyen los logros y la generación de riqueza.
Hablamos pues, de un proletariado mexicano automotriz fuerte, calificado y altamente productivo. Sin embargo, el salario promedio en la industria ronda los 12 mil pesos mensuales, monto a todas luces insuficiente para mantener dignamente a una familia. Por otra parte, la tasa de explotación con relación a exportaciones es sumamente alta en estados con fuerte presencia de la industria automotriz. Por ejemplo, en Puebla, hogar de la más grande planta de la Volkswagen, la tasa de explotación para la industria manufacturera es de 2,700% aproximadamente, y los trabajadores generan el valor de su salario diario en tan sólo 17 minutos, mientras que el valor generado en el resto de la jornada se lo apropian sus patrones (cifras de 2023, en t.ly/tZo_R).
BURGUESÍA AUTOMOTRIZ
Esa proporción entre el valor que percibe el obrero como salario y el valor que se queda el capitalista (la cual llamamos salario relativo desde la economía política) nos ilustra que a la gran burguesía automotriz le va excelente explotando al trabajador mexicano. Las trasnacionales automotrices se han enriquecido a sus anchas durante décadas explotando a trabajadores mexicanos.
Las reglas que dan forma a esa explotación y sobre todo que la legalizan se llaman T-MEC, antes TLC, y antes que nada es un tratado abusivo de explotación y dependencia económica que ya suma treinta años y que hoy defiende la falsa “izquierda” electoral que otrora luchara contra él. Con esos tratados se instauró la economía maquiladora en México, cubriendo la industria automotriz casi la cuarta parte de todo lo comerciado en el T-MEC.
La gran burguesía trasnacional automotriz ya gozaba de haber regresado a sus cifras prepandemia. Tan sólo considerando vehículos ligeros, cerraron el 2024 con un récord histórico en producción y exportación. Casi 4 millones de autos producidos, casi 3.5 millones exportados. En cuanto al mercado nacional, en enero de 2025 Nissan alcanzó ventas nacionales por 20.3 mil unidades; General Motors, 15.7 mil unidades; y VW, cuya planta en Puebla es una de las más grandes a nivel mundial, 12.1 mil unidades. Así es, enriquecimiento sin freno a costa del pueblo mexicano.

Te invitamos a leer el artículo publicado en Fragua #106: Atados al imperialismo ¿Cuál soberanía?
LA FALSA DISYUNTIVA NACIONAL
En toda esta coyuntura pareciera que lo nacional es un rasgo primordial. Pareciera que hay una industria mexicana del automóvil que defender, pero no es así y los trabajadores mexicanos debemos tenerlo bien claro.
Analicemos algunos actores a primera vista. Trump parece castigar a la burguesía automotriz en su afán de reindustrializar a EUA. La gran burguesía automotriz se incomoda; sabe que las condiciones de explotación en México le favorecen y se manifiesta en contra de los aranceles. En México, la pequeña burguesía automotriz, que depende de la grande y les administra el negocio en territorio nacional, que vive bajo el esquema de concesiones, distribución y autopartes de las grandes marcas, sí se preocupa y busca teñir todo el tema de un asunto de nacionalidades. Y el gobierno mexicano dice defender heroicamente la soberanía nacional, negociando con su contraparte gringa, con el llamado “Plan México”.
Pero en un análisis de mayor calado descubrimos otros rasgos. Trump busca resolver la crisis de hegemonía de EUA, radicalizando en general sus políticas (entre ellas las económicas) con el favor del ala más reaccionaria y chovinista de la burguesía. Sin embargo, es imposible reindustrializar a EUA como lo prometió a sus votantes y es imposible también recuperar la hegemonía perdida. Con ello en mente, la gran burguesía automotriz (los dueños de Ford, GM, VW, etc.) no sólo se incomoda, sino que también se reacomoda, buscará cómo ubicarse y seguirse enriqueciendo en el nuevo contexto internacional: hacer frente a las marcas Chinas, no perder sus mercados, operar en donde sea posible extraer la mayor cantidad de plusvalía, etc. Es decir, ellos no tienen más consideración con México que la inmensa explotación que obtienen de nuestros trabajadores. La pequeña burguesía, secundaria y administrativa, que opera en México supeditada a la gran burguesía automotriz se aferrará e intentará por todas las vías ofrecer a sus patrones las mejores condiciones de explotación: por la vía del salario bajo, de la cooptación sindical, del cabildeo con el gobierno, etc. Y el gobierno, que es reaccionario en lo económico, defenderá con uñas y dientes la subordinación económica ante el imperialismo norteamericano, mientras con la lengua dice defender la soberanía.
¿Qué se va a negociar en el T-MEC? Las condiciones de dependencia económica y de explotación del proletariado. No hay más, la cuestión nacional no es lo primordial en todo este tema de autos y aranceles. El gobierno debería pugnar por una verdadera autodeterminación, autosuficiencia y soberanía, en vez de negociar y administrar timoratamente la sumisión, dependencia y subordinación. ¿Y cómo sabremos cuando una política apunte en los hechos hacia esa soberanía? Simple, porque beneficiará en primer y en último término y de forma irrestricta al pueblo, al proletariado, al trabajador y a la trabajadora, a usted que nos lee.
Por lo demás, a las organizaciones proletarias nos toca seguir vinculándonos con todos los trabajadores, automotrices entre ellos, e intentar crear orgánicamente sindicatos y coaliciones que defiendan no sólo los intereses inmediatos del proletariado mexicano, sino también sus intereses históricos.
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