25 años de alternancia burguesa. La transformación prometida
El 2 de julio del 2000, se dio a conocer el triunfo del candidato presidencial por la coalición Alianza para el Cambio PAN y PVEM, Vicente Fox, esto marcó la supuesta alternancia en el gobierno que le quitó la hegemonía al PRI que gobernaba por más de 70 años seguidos.
Del 2000 a la fecha, diferentes partidos políticos han gobernado México. El próximo 1 de septiembre se celebrará el informe de gobierno de Claudia Shienbaum, emanada del partido MORENA, quien dará a conocer qué resultados ha tenido en su primer año de gestión.
Aunque con acciones como las pensiones para el bienestar, muchas familias pudieron ayudarse a resolver sus necesidades económicas más básicas e inmediatas, la 4T nos queda a deber mucho en ámbitos como condiciones laborales, un sistema sanitario verdaderamente digno, el poder adquisitivo real, la seguridad, entre muchas otras cosas. Obviamente, Sheimbaum no originó todos los males y contradicciones del capitalismo; sin embargo, lo que ha estado en sus manos para beneficiar a millones de trabajadores que sostenemos este país sigue en las congeladoras legislativas, a diferencia de aquellas reformas que se han aprobado en “un dos por tres” para beneficiar al capital privado, tal como la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública gracias a la cual se subordinó a la Guardia Nacional se subordinó al Ejército.
Beneficiar a la clase burguesa
Esto es un ejemplo de que, durante estos 25 años, cuando se trata de beneficiar al pueblo siempre hay inconvenientes, o quizá no es tiempo como muchos políticos argumentan, pero cuando hay que tomar medidas disfrazadas de progreso cuya esencia es beneficiar a la clase burguesa trasnacional, el gobierno brilla por su agilidad.
Parte del pueblo ha seguido con la ilusión de que la supuesta alternancia en el poder resuelva de fondo los problemas económicos y sociales del país; ha sido testigo de las campañas presidenciales que como un martilleo molesto que retumba en nuestras cabezas repitieron lo mismo, que acabarían con la pobreza, la inseguridad y que habría empleo de calidad para todos; por poner un ejemplo, durante la campaña presidencial 1999-2000, Vicente Fox dirigió un discurso disfrazado como la “luz de la esperanza”, donde prometió un crecimiento anual del 7% en el Producto Interno Bruto (PIB) , además de hacerse pasar por un hombre cuya riqueza fue generada con mucho esfuerzo al venir desde abajo como muchos de nosotros.
El resultado de su gobierno lo conocemos, nunca llegó al 7% PIB, sólo en 2006 logró la cifra más alta de 4.8% según el INEGI; pero eso sí, la inflación anual nunca bajó del 3.3% como en 2005, año en que el incremento al salario mínimo en las tres zonas económicas no superó el 2.9%; además, no olvidemos la represión que vivió el pueblo organizado como el encarcelamiento y tortura de los hermanos Cerezo Contreras y Pablo Alvarado Flores en agosto de 2001, la ejecución de la abogada Digna Ochoa el 19 de octubre del mismo año, la represión en San Salvador Atenco, EDOMEX, y en Oaxaca en 2006 entre otras más, sin olvidar el primer fraude electoral contra López Obrador.
Ya entrados en el año 2006, recordemos la campaña del autodenominado “presidente del empleo” Felipe Calderón, quien dijo que tenía las manos tan limpias que acabaría con el narcotráfico y tendría mano dura con los delincuentes. ¿Presidente del empleo? No se le puede llamar así a aquel que mañosamente durante la madrugada del 11 de octubre de 2009, decretó la extinción de la empresa pública Luz y Fuerza del Centro; quien no contento con dejar literalmente de la noche a la mañana a miles de electricistas sin empleo, mantuvo una dura campaña de desprestigio, pues mediante la calumnia y la mentira Calderón legitimó esta medida; por otra parte, no hace falta recordar el resultado tan ruin que tuvo su “guerra contra el narco”, con miles de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas.
Mientras tanto, la campaña de Enrique Peña Nieto (EPN)en 2012, no tuvo necesidad de explotar la creatividad, pues desde los grupos oligárquicos más reaccionarios ya estaba dictado quién sería el próximo presidente de México, obviamente gracias a otro fraude electoral; por esta razón, las promesas de EPN se caracterizaron por ser ambiguas y muy generales, que iba a luchar contra la violencia, o que iba a generar empleos de calidad para estimular un mejor presente y futuro para todos los mexicanos.
Agravios que como pueblo trabajador vivimos
Claro, estos discursos alentadores y hasta cierto punto conmovedores quedaron en el olvido con los resultados que todos conocemos, ¿Cuál desarrollo económico? Si el PIB tuvo un crecimiento tan mediocre promedio del 1.9% anual según el Banco Mundial, sumado a la inflación que sí creció hasta en 6.7% como en 2017; ¿Cuál luchar contra la inseguridad? Si en este sexenio la percepción de inseguridad no bajó del 73% a nivel nacional, lo cual es obvio al vivir entre balaceras, asaltos y crímenes de lesa humanidad como la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero.
La lista de los agravios que como pueblo trabajador vivimos durante este sexenio es muy larga, al ser un periodo donde las contradicciones del capitalismo se agudizaron al por mayor, lo cual abrió otro clima de esperanza en 2018, con la campaña presidencial donde ahora sí fue reconocido AMLO como presidente electo, que como mencionamos en un principio trajo mejoras inmediatas como el aumento del 20% al salario mínimo en 2019; no obstante, todo esto en lugar de tener la función de garantizar una vida digna progresiva para el proletariado mexicano, fue más en función de engrasar la maquinaria capitalista que ya estaba echando humo, ya que los ricos como Carlos Slim duplicaron sus fortunas aun en tiempos de pandemia, además de no cumplir con la promesa de devolver a los militares a sus cuarteles sino ahora lavarles la cara como “pueblo uniformado” con nuevas funciones incluso dentro de la administración pública, lo que ha profundizado la militarización de nuestro país.
Beneficiar a los burgueses ha sido la política transexenal sin importar el partido, mientras el pueblo trabajador que se aguante o que se haga a un lado, pues siempre nos toca estar en la cola, por lo cual, se demuestra que la alternancia burguesa no representa al pueblo trabajador, pues el proletariado sigue igual o más jodido que en el 2000, por ende, lo que nos conviene como verdadera alternativa es la organización popular e independiente como lo hacemos en la OLEP, donde caminamos juntos para resistir y avanzar hacia demandas verdaderamente proletarias que construyan el camino hacia el socialismo y la democracia popular.
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