El miedo, instrumento de control. ¿Seguridad para quién?
El 22 de Septiembre del año en curso ocurrió en el Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Sur (cch-sur) ubicado en la Ciudad de México, un hecho lamentable. Un alumno del plantel atacó a dos de sus compañeros y a un trabajador, acto en el que tomó la vida de un menor e hirió gravemente a un adulto, estos hechos dieron lugar a un sentimiento de inseguridad generalizado en la comunidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam)
Por lo que varias escuelas comenzaron a detener sus actividades en forma de protesta, otras más como una respuesta de las autoridades o incluso como respuesta a amenazas de bomba dentro de las instalaciones. Con los estudiantes en pánico y sin saber cómo responder a todo lo que estaba ocurriendo, comenzó a fortalecerse un movimiento estudiantil que pedía más seguridad en los planteles para contrarrestar lo que estaba ocurriendo y como respuesta a una problemática de inseguridad que desde hace años ha sido ignorada por las autoridades de la universidad.
Los estudiantes han respondido con mucho miedo
Ante esta situación y en medio del caos provocado por las mismas autoridades, los estudiantes han respondido con mucho miedo, y con justa razón, pues la problemática de la inseguridad nos afecta a todos y también a nuestros jóvenes, quienes muchas veces no se escapan de ésta ni siquiera dentro de la misma unam. Más este miedo no viene solo y nunca viene solo, porque la seguridad es fácilmente usada como un pretexto para impulsar medidas de control sobre la población.
Es fácil ver que en una zona hay asaltos y responder colocando cámaras de seguridad, es fácil escuchar discursos machistas y comenzar a censurar a la población. Es muy fácil responder, pero resolver no, y no solamente no se resuelve, sino que se aprovecha el miedo para imponer los intereses de las autoridades y nunca para proteger los intereses del pueblo, porque a nosotros estudiantes y clase trabajadora no nos resuelven de manera permanente ningún problema social; mientras que ellos logran controlarnos por medio del miedo y evitan que nos movilicemos para luchar por nuestros intereses como clase trabajadora.
El antecedente del uso del discurso del miedo y la seguridad para legitimar y legalizar medidas militares, policíacas y jurídicas de control social y político lo vivimos con la mal llamada guerra contra el narcotráfico, que impuso Felipe Calderón Hinojosa en su sexenio (2006-2012) y continuada durante el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018). En la que en el nombre de la seguridad y la paz, se atacó al movimiento popular con el terrorismo de Estado como estrategia.
Es por esta razón que debemos tener cuidado cuando la población comienza a actuar únicamente por el miedo o el pánico, pues de esto siempre se han aprovechado las autoridades para impulsar sus propias medidas represivas y de control político y social en nombre de la seguridad y de la tranquilidad vendiéndonos soluciones falsas que no atacan al problema de raíz y que terminan otorgándoles control sobre nosotros.
La carencia de servicios de salud mental
Ante esta situación es casi inevitable preguntarnos el origen de la inseguridad, pero sobre todo de los padecimientos mentales que pueden llegar a provocar el asesinato en este caso del cch-sur o del suicidio en todo el país. Algunos, como hemos mencionado, voltearon a ver y cuestionar la seguridad dentro de la universidad, otros señalaron la carencia de servicios de salud mental, pero nos gustaría exponer, que más que un montón de hechos aislados, se trata de una cadena de desafortunadas consecuencias del sistema capitalista.
Por un lado, la ideología incel que expone lo peor de la ideología burguesa en forma de machismo, misoginia e individualismo, por otro lado, están las negligencias en el sistema de salud mental dentro y fuera de las escuelas de todos los niveles educativos, pues se sabe que el perpetrador había recibido atención psicológica sin obtener resultados favorables, así mismo, está la omisión por parte de los servicios de emergencia de la Ciudad de México, pues se sabe que la madre del perpetrador llamó al servicio 911 (Centros de Atención de Llamadas de Emergencia)
Advirtiendo que su hijo había salido con un arma blanca, a lo que hicieron caso omiso, así mismo, ante el primer ataque no fue la Dirección General de Análisis, Protección y Seguridad Universitaria quién respondió e intentó detenerlo sino un trabajador de mantenimiento quién además, resultó herido. Pero como mencionamos hace un momento, no se trata de hechos aislados, según datos de la Organización Mundial de la Salud se estima que a nivel mundial, uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años (el 14,3%) padece algún problema de salud mental, sin embargo muchas de estas afecciones no reciben el reconocimiento y el tratamiento necesario.
Es por todo lo anterior, que es importante recalcar que las medidas de seguridad que puedan tomarse, como credencializar el ingreso o colocar más cámaras pueden dar una sensación inmediata de protección y certidumbre, pero mientras no haya políticas que garanticen un acceso universal a la salud mental, mientras no existan las condiciones materiales para que los estudiantes estén seguros.
Mientras sigamos viviendo en una sociedad capitalista que obstruye y privatiza todos estos derechos cualquier solución será insuficiente, y es por esto que se les invita a ustedes lectores que formen parte de la lucha organizada, pues cualquier gobierno capitalista nunca velará por nuestros intereses como clase obrera; debemos nosotros tomar nuestro futuro en nuestras manos y protegerlo, porque nadie más que el pueblo cuida al pueblo.
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