El T-MEC: prosperidad con partida…de madre
Qué tiempos aquellos en los que hasta la izquierda electoral se oponía a la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos (EU) y Canadá. El Partido de la Revolución Democrática (PRD), López Obrador y las fuerzas más populares denunciaban a los neoliberales y a su máximo representante en ese entonces:
Carlos Salinas de Gortari. Básicamente nos decían que dicho tratado no era en beneficio de los pueblos de los países firmantes, sino de las grandes trasnacionales que iban a acumular más ganancias, a través de la explotación de recursos (en el caso de México recién privatizados en ese entonces) y de la fuerza de trabajo asalariada. Y que con el paso del tiempo se profundizaría la dependencia de la economía mexicana a las necesidades de la economía imperialista gringa.
Resulta que, a la vuelta de los años, no se equivocaron. Sin embargo, en la actualidad vemos cómo hay un gran consenso de todas las fuerzas políticas (desde las neoliberales hasta las que se dicen antineoliberales como Morena), de que el Tratado entre México, eu y Canadá (T-MEC) –antes TLC- es un pacto para que a todos nos vaya bien, un “ganar-ganar” como se dice ahora.
Además, hasta los otrora izquierdistas y dizque marxistas lo presentan como algo inevitable, necesario, inexorable, forzoso y hasta deseable. Casi como el aire para respirar o la gravedad para no salir volando por los aires. ¿Pues qué pasó? ¿Por qué ese salto mortal invertido con máximo grado de dificultad ideológica? ¿Cómo hemos llegado a este mundo mágico en el que los oligarcas se transforman en empresarios con dimensión social?
Ahora resulta que hasta Claudia Sheinbaum presume y desea el T-MEC. Ya desde diciembre del 2024 había expresado que: “Este tratado Comercial es la única forma de enfrentar con éxito la competencia económica y comercial con China. América del norte debe consolidarse como una región económica que avance cada vez más en la independencia de las importaciones de otras regiones del mundo. Por eso, siempre hemos sostenido que entre nosotros, entre los tres países, no hay competencia; al contrario, nos complementamos, y eso nos permite ser una de las regiones más vigorosas y más importantes del mundo”.
Dicha idea fue reafirmada por la presidenta con motivo de sus 100 días de gobierno, hablando del t-mec: “que tanto ha beneficiado a nuestros pueblos, a los tres, en particular por la sustitución de importaciones y la creación de empleo en las tres naciones”. ¡Ah, jijo!
Primera conclusión adelantada e incómoda: parece que ganó el discurso neoliberal y ha convencido a muchos (dirigentes y pueblo) de que aceptemos mansa y alegremente lo que antes se cuestionaba con buenos argumentos históricos, económicos y políticos.
En segundo lugar, nos tendrían que explicar en nuestro carácter de pueblo bueno en qué momento la guerra comercial entre China y las grandes trasnacionales gringas y canadienses también es nuestra guerra, y por qué ya es un hecho que tenemos que formar parte del llamado bloque de América del Norte. ¿Dónde quedaron los discursos latinoamericanistas y soberanistas que durante mucho tiempo ocupó la supuesta izquierda electoral para llegar al poder? Bueno, de hecho, se sigue hablando mucho de la soberanía, pero en los hechos ni siquiera se cuestionan ya los verdaderos resultados del tlc (hoy T-MEC) para el pueblo.
Aunque hay que decir que esta idea no es invento de Sheinbaum. Ya López Obrador había hecho el planteamiento de cambiar el discurso bolivariano histórico de una América Latina unida en sus lazos históricos frente a una potencia imperial dominante. El nuevo discurso consiste en proponer primero la integración Canadá, EU, y México para después pasar a una integración de toda América teniendo como modelo la integración de Europa en la Unión Europea.
Pero vámonos por partes. Primero vamos a pedirles a quienes le están tirando ese rollo al pueblo que le vayan bajando muchas rayitas a su discurso exagerado. Parece que tal Tratado comercial fuera eterno y que siempre lo hubiéramos necesitado. Pero no es así, ya que, si lo vemos bien, históricamente es muy reciente. El TLC entró en vigor en 1994, apenas ayer en la larga historia de nuestro pueblo.
O sea que habíamos podido existir sin Tratado por muchísimo tiempo. Es más, recordemos que el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el primero de enero del 94, se da precisamente como una reacción concreta al momento de entrada en vigor de dicho tratado, pues ya se preveían las consecuencias históricas que iba a traer al pueblo mexicano, ya se tenía desde entonces mucha claridad acerca del carácter neoliberal del tlc.
Esta dinámica tiene su origen más inmediato precisamente en el primer sexenio marcadamente neoliberal, a partir de la entrada de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) en 1986. Ya desde este momento se empezó a hablar de las maravillas de estos acuerdos comerciales, como si las economías estuviéramos en igualdad de circunstancias.
En la realidad son las reglas para que el “pez gordo se coma al chico”. Posteriormente vino la contrarreforma agraria salinista al artículo 27 constitucional en 1992 (cuyas bases tampoco son tocadas por la llamada 4T con todo y sus mayorías y su discurso supuestamente soberanista), que profundizó las relaciones capitalistas en el campo mexicano, dando pie a la privatización de muchas maneras de la figura del ejido como una forma más nacionalista y social de la propiedad de la tierra. Y obviamente para ello hacía falta un gran tratado que regulara los mecanismos de un intercambio desigual, en su esencia económica, entre el centro imperial y su periferia.
El escenario neoliberal estaba completo para entrar en vigor y llevarnos al “primer mundo” junto a nuestros “socios” comerciales (eufemismo para ocultar la relación económica de extracción de valor de una economía dependiente a una dominante).
Los resultados están a la vista. El discurso neoliberal enarbolado ahora por los nuevos gobiernos sigue siendo de cuentas alegres y de promesas subjetivas que van en contra de la dinámica real de la economía. Los procesos reales que se desarrollaron con el TLC (hoy T-MEC) son los de la renta o compra de las mejores tierras del sector social, apropiación de las concesiones de agua, control de semillas, proletarización campesina, y lo que viene es el aprovechamiento de los grandes megaproyectos para profundizar estos fenómenos en beneficio de las grandes trasnacionales.
Y para que no se diga que estamos echando un argumento sin sustento para combatir otro, veamos algunas realidades a la luz de la experiencia de mediano plazo que nos ha dejado el producto milagro del TLC y luego T-MEC:
México pasó de tener autosuficiencia en maíz y otros productos básicos en la década de los 80’s a ser deficitario en la actualidad. En 2023 el país produjo 27.5 millones de toneladas de maíz, pero consumió 47 millones. Tuvo que importar 19.6 millones, un 41.6% de su consumo. La soberanía alimentaria simplemente no existe y el resultado es mayor dependencia en este “libre comercio” en donde, gracias al tratado, una economía dependiente como la mexicana no puede establecer libremente su política de aranceles a las importaciones y, obviamente, a largo plazo la economía gringa gana la batalla y además nos manda maíz transgénico en nombre de la bendita libertad de mercado. ¡Vaya negociazo!
Otro fenómeno es el de la migración, nadie podría decir que ha disminuido en las últimas décadas; al contrario, vemos como los flujos de trabajadores (muchos de ellos campesinos proletarizados) son un fenómeno interminable, y lo más increíble es que ya hasta en el discurso gubernamental se llega a hacer “caravana con sombrero ajeno” con la gran cantidad de remesas que envían los migrantes a sus familias, cuando esto sólo nos habla del desempleo por un lado, y por otro, de la incapacidad para poder resolver las necesidades del pueblo con los recursos del país.
Otra parte de la propaganda hace alarde con los números de las exportaciones. Es cierto que se han incrementado de manera extraordinaria desde la entrada en vigor del TLC. Sin embargo, esto no implica que como pueblo trabajador estemos en mejores condiciones de empleo, salud, salario, etc. ¿Por qué? Porque cuando se habla de exportaciones presentándolas como los logros, se nos oculta -desde los gobiernos prianistas hasta los morenistas- que quienes históricamente se han beneficiado exportando productos mexicanos, son de manera aplastante las grandes trasnacionales que siguen absorbiendo a las empresas más pequeñas y desplazando a pequeños productores nacionales.
Y esto tampoco nos lo estamos inventando. Se demuestra observando el sector agroalimentario, que es el tercer exportador más importante de México, después del sector manufacturero y el sector automotor.
Los principales productos de exportación son: cerveza, tequila, carne, aguacate, jitomate, berries, azúcar, y pimientos (¡viva México cabrones¡). El pequeño detallito es que su producción, elaboración y distribución están controladas en su mayoría por grandes empresas de capital extranjero.
Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, de nombre bien mexicano es propiedad de la holandesa Heineken; Modelo pertenece a la empresa belga brasileña Anheuser-Busch InBev. Aunque muchas marcas parecen mexicanas por su nombre, detrás de ellas están empresas extranjeras que se embriagan de ganancias, tales como Spirit Gallo (gringa), Bacardí (puertorriqueña), Pernod Ricard (Francia), Diageo (Inglaterra) y Beam Suntory (Japón). En el mercado mexicano también destacan las estadounidenses Sazerac, Luxco, Heaven Hill, Brown Forman y Constellation Brands, así como la italiana Campari Group. ¿Cuál soberanía, preguntamos?
En el mercado de las berries quienes se atascan de jugosas ventas son la estadounidense Driscolls y Berrymex (filial de Reiter Affiliated Companies).
Lo mismo pasa con fresas, frambuesas, zarzamoras y arándanos. Las exportaciones en 2023 significaron el 6% de venta a eu, pero las principales empacadoras o agroexportadoras son empresas de capital gringo. Más o menos la mitad de la industria está en manos de Driscoll’s.
Pero no sólo los grandes tiburones están como los grandes ganones en las exportaciones “nacionales”. También están, por supuesto en muchas cadenas de productos para el mercado interno. Como ejemplo en el tema del café, los pequeños caficultores se enfrentan a gigantes como Nestlé y Andatti-Femsa, a los cuales, por cierto, los gobiernos de la llamada 4t siguen dando privilegios fiscales que no tienen los pequeños productores.
Ni hablar del peso que se impone en cuanto a establecer los precios reales a productores de granos de las grandes harineras como Minsa y Maseca, empresas que no toca el gobierno actual y que incluso le da poder político a personeros clave de tales empresas como Altagracia Gómez Sierra, de Minsa, de quien ya hemos hablado en fragua).
Así también los pequeños productores de puerco, o pequeños avicultores, están en las manos del interés de mega empresas como Smithfield, Bachoco y JBS.
Como vemos, no estamos hablando de una sola mercancía sin importancia o aislada sino de todo un modelo neoliberal, que no ha cambiado sustancialmente, y que el actual gobierno no quiere transformar de fondo. Lo que ejemplificamos con el sector agroexportador también ocurre en los sectores minero, manufacturero y automotor, entre otros ejemplos.
La producción no obedece a la necesidad del pueblo mexicano. Los apoyos económicos individualizados de la llamada Cuarta Transformación sólo fortalecen la estructura dependiente y subordinada de nuestra economía. Es necesario seguir abordando el tema del t-mec desde otros aspectos para desmitificar el discurso que desde su inicio han construido los neoliberales hoy en morena.
Como OLEP, planteamos en nuestro Programa Mínimo de Lucha, en el punto 3, la Recuperación de la soberanía nacional y control por parte del gobierno de nuestros recursos naturales para el beneficio del pueblo. En el inciso a también proponemos la abrogación del t-mec, pues es claro que ha sido un mecanismo de EU para imponer sus condiciones y candados en bien de sus intereses.
En los incisos b, c y d, también expresamos la necesidad de echar abajo la reforma salinista al artículo 27, que vino a generar las condiciones para una mayor acumulación de capital de las grandes trasnacionales, a costa de los recursos naturales y la fuerza de trabajo. Sin ello no podrá haber soberanía en todos los aspectos de la vida del pueblo y esa es una tarea histórica de un pueblo consciente.
¡Destruir el neoliberalismo en los hechos para construir la democracia popular y el socialismo!
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