La masacre de Aguas Blancas, Guerrero
La masacre de Aguas Blancas, Guerrero. Contrainsurgencia e impunidad
El 28 de junio de 1995, en el vado de Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, Guerrero, policías judiciales, policías estatales, conocidos como policía motorizada, funcionarios del gobierno del estado y Mario Arturo Acosta Chaparro, integrante activo del Ejército nacional, realizaron una masacre más de campesinos indefensos.
17 integrantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) fueron ejecutados extrajudicialmente; algunos heridos, fueron rematados en la terracería. Hubo 14 heridos.
Para presentar la masacre como un “enfrentamiento” policías y ministerios públicos colocaron armas en las manos de algunos campesinos, para después tomar fotos y decir que ellos habían comenzado la agresión y los policías se habían defendido.
El presidente era Ernesto Zedillo Ponce de León, ese que hoy se atreve a opinar sobre la vida nacional disfrazándose de demócrata. El gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer, hijo de un asesino: hijo y padre asesinos.
La masacre fue el punto culminante de la represión de carácter contrainsurgente ejecutada por el Estado mexicano en contra de los campesinos de la OCSS, en particular, y de todo el movimiento democrático en general, incluida la militancia congruente del entonces Partido de la Revolución Democrática (PRD), bajo el pretexto de evitar nuevos alzamientos guerrilleros, como el sucedido en enero de 1994 en Chiapas, encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Antecedentes
A partir de 1994 el Estado, por medio de sus fuerzas federales y estatales “peinaban” constantemente las sierras de Guerrero para encontrar a quienes nuevamente reivindicaban la lucha armada revolucionaria y al maestro guerrillero Lucio Cabañas Barrientos. En varias regiones del estado de Guerrero, circulaba la propaganda del entonces Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-PDLP). El descontento era grande en contra de la política económica neoliberal impuesta por el pri, muchas organizaciones populares intentaban conformar grandes frentes de masas que permitieran la unidad para trasformar la realidad injusta que se vivía en ese entonces.
La masacre de Aguas Blancas fue un intento del Estado mexicano por frenar la organización popular contra el sistema capitalista y por la democratización de la vida social, fue un intento de utilizar el terror provocado por la masacre para desmovilizar, desorganizar, paralizar y aislar a quienes desde hacía décadas luchaban por condiciones de vida digna y creían que un sistema económico social distinto al capitalismo era posible. La masacre también fue un castigo a todas las organizaciones que, como la OCSS, mantenían una línea de lucha independiente, no electoral y que además, no condenaban abiertamente la lucha armada revolucionaria ni denunciaban
a quienes sospecharan tenían vínculo con algún grupo insurgente.
En aquellos años, el debate al interior del movimiento democrático sobre la condena o no de la lucha armada revolucionaria era un tema importante y que causaba mucha precaución y temor, pues la represión política era una realidad muy palpable e inmediata.
El Estado mexicano no pudo ocultar lo que aparentaron como un enfrentamiento pero que en realidad se trató de una masacre de campesinos indefensos. Entonces, el movimiento popular en Guerrero y en otras partes de la república respondió con más denuncia y movilización, incluso algunas personas honestas del prd llevaron el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ernesto Zedillo, el pri y el pan se vieron obligados a pedir que Rubén Figueroa Alcocer solicitara licencia para “no entorpecer las investigaciones”. Algunos policías, ministerios públicos y funcionarios menores del gobierno del Estado de Guerrero fueron apresados y juzgados por esa grave violación de derechos humanos. Sin embargo, los autores intelectuales de este hecho no fueron investigados ni juzgados, entre ellos Ernesto Zedillo y Mario Arturo Acosta Chaparro, militar que había participado en la feroz represión contrainsurgente en la década de los 70, señalado como torturador y ejecutor material de centenares de militantes de diferentes grupos armados revolucionarios que también sufrieron desaparición forzada.
Después de la masacre
Después de la masacre, varios dirigentes de la OCSS fueron acosados y buscados para ser apresados. Los pueblos y comunidades, como Tepetixtla, fueron todavía más militarizados; los retenes y los operativos policía-cos militares se volvieron nuevamente cotidianos en diferentes regiones de Guerrero. La estrategia de la creación de grupos paramilitares se reforzó en contra de la OCSS, varios de sus integrantes fueron ejecutados extrajudicialmente después de la masacre, algunos dirigentes políticos tuvieron que exiliarse.
La decisión del Estado de reprimir el descontento social tuvo como respuesta la formación de diferentes frentes de organizaciones. En Guerrero se conformó el Frente Amplio para la Construcción del Movimiento para la Liberación Nacional (FAC-MLN); en otros estados el Frente Zapatista desarrollaba sus esfuerzo por agrupar a diferentes expresiones del movimiento social, y si bien hubo diferencias políticas, organizativas e ideológicas, la represión para todos fue ejercida en la misma magnitud, aunque con diferentes formas.
La contrainsurgencia también tuvo otra respuesta. Exactamente, un año después de la masacre de Aguas Blancas, en el mismo lugar donde se realizó, mientras se llevaba a cabo un acto político, hizo su presentación pública el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR).
Los caminos por los cuales el pueblo se organiza y lucha son diversos, hoy nos toca recordar que hace 30 años hijos del pueblo fueron masacrados por las fuerzas policiacas militares bajo el mando de un presidente asesino y de muchos diputados, senadores y gobernadores cómplices.
30 años de impunidad, de mentiras y de cinismo, 30 años de memoria, de dignidad y de lucha por la democracia popular y el socialismo.

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