Arranquemos el capitalismo y sembremos el socialismo
Luchar contra el capitalismo y por el socialismo
Al leer EL FRAGUA con una amiga, me cuestionó el por qué no había un artículo que explicara la necesidad de luchar por el socialismo, pues ante la estigmatización, le preocupaba que no explicarlo fuera motivo para que las personas que saben que hay algo mal en la sociedad no se acercaran a nuestra propuesta.
Ese cuestionamiento dio pie para platicar sobre esa necesidad y estudiar juntas el Manifiesto del Partido Comunista. También me hizo recordar cómo era yo antes de integrarme a la OLEP: recuerdo que al principio me cuestioné si el esfuerzo valdría la pena y si un día veríamos un cambio.
Entretanto, una de las razones que me convencieron de participar fue el sustento científico de su quehacer político: el marxismo. Descubrí que no es una simple teoría ni un dogma, es una ciencia universal bajo la que se pueden estudiar todos los fenómenos del mundo. Su aplicación más conocida es al estudio de la sociedad: el materialismo histórico. Ser marxista no implica solamente interpretar el mundo desde su filosofía, sino abrazar la necesidad de transformarlo, por eso es necesario entender cómo funciona la sociedad.
Una de las lecturas que leímos en el colectivo de trabajo al que me integré fue el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de Carlos Marx, la cual me hizo cuestionar mi sistema de creencias y entendí por qué se debe luchar por la transformación de la sociedad y no sólo por reformas que mantienen sometido al pueblo trabajador.
En la Escuela de Derechos Humanos Laborales que este año tiene lugar en Pachuca, Puebla y Ciudad de México, retomamos la técnica participativa “El Árbol Social” para explicar los aportes de ese texto sobre el funcionamiento de la sociedad y la posibilidad de transformarla. Esa técnica hace una analogía de la sociedad con un árbol para entender que ésta funciona como un todo y es necesario conocer sus hojas, su tronco, sus flores y frutos.
En ese texto, Marx concluyó que las relaciones jurídicas y las formas de organización que han existido (comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo y, en algunos países, socialismo) están determinadas por la evolución de las condiciones materiales de vida y no por la evolución de la conciencia y el espíritu humano, como se creía en ese momento. Gracias a ello se estableció uno de los principios del materialismo histórico: “No es la conciencia de los hombres [los seres humanos] la que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia”. Veamos cómo funciona la sociedad a partir de ese principio si la comparamos con un árbol.
La estructura de la sociedad: la raíz del árbol
La raíz extrae agua y minerales del suelo para alimentarse; al compararla con la sociedad vemos que su estructura es la forma en que nos organizamos para obtener de la naturaleza lo que necesitamos para vivir, la forma en que distribuimos esa riqueza y la propiedad de los medios de producción, es decir, las relaciones sociales de producción, determinadas y en contradicción por el desarrollo de las fuerzas productivas (el avance de la ciencia y la tecnología aplicado en el proceso de producción y las habilidades o capacidades de los trabajadores que participan en la producción social). La historia demuestra que estas últimas avanzan, pero la estructura de la sociedad se encasilla y no se adapta.
En el capitalismo observamos esas relaciones de producción con el abismo entre ricos y pobres; cómo nos contratan para trabajar y producir lo necesario para vivir, ya sea en el sector primario, secundario o terciario; y el porcentaje que recibimos de lo que se produce socialmente, pues al existir la propiedad privada sobre los medios de producción, todos los trabajadores nos subordinamos a relaciones de explotación y el pueblo recibe una parte insignificante de la riqueza producida. Esas condiciones de opresión y explotación son la raíz de la sociedad.
La superestructura social: el tronco y la copa del árbol
La estructura de la sociedad es la base sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política de la sociedad (tronco), y sobre ésta se levanta la conciencia social (follaje y frutos).
El tronco del árbol da soporte, fortaleza y transporta los nutrientes de la raíz a la copa. En la sociedad, el tronco representa las instituciones estatales que sostienen la estructura.
El follaje del árbol obtiene la energía solar que transforma en química para producir su propio alimento y reproducirse con ayuda de las flores y frutos. En la sociedad, los seres humanos cubrimos y protegemos la estructura con la ideología y la conciencia social: las creencias, la educación, la religión y la cultura; a partir de ellas, consciente o inconscientemente, establecemos relaciones interpersonales que reproducen y perpetúan el sistema capitalista.
La necesidad de cambiar el árbol de raíz Marx explica cómo el avance de la sociedad llega a un punto en que las fuerzas productivas entran en contradicción con la estructura de la sociedad porque ésta impide que todas las personas accedan a los beneficios de los avances alcanzados, por lo que la población buscará un cambio a través de grandes revoluciones sociales: el tránsito del esclavismo al feudalismo, del feudalismo al capitalismo e, incluso, crisis dentro del sistema capitalista como la Gran Depresión en 1929, la crisis bancaria de 2008 o la actual crisis.
Los avances científicos y tecnológicos en temas de salud, economía digital y automatización de procesos productivos han cambiado la forma en que consumimos y producimos; pero se ha logrado a costa del trabajo precarizado del pueblo trabajador, el despojo de pueblos de sus territorios o la degradación de la naturaleza, y sus beneficios no son accesibles para toda la sociedad, al contrario, se profundizan problemáticas como muertes por padecimientos curables, guerras, desigualdad, desempleo, hambruna y falta de acceso a servicios básicos. La respuesta: movimientos sociales antifascistas, antiimperialistas y anticapitalistas al rededor del mundo.
Los países imperialistas están en una pugna por ganar el nuevo dominio económico y político del mundo y observamos eventos como el genocidio contra el pueblo palestino; la Guerra en Ucrania; la guerra comercial entre China y Estados Unidos y las medidas arancelarias- migratorias de Trump, que influyen en las decisiones que se toman especialmente en México y Canadá por el T-MEC.
Esta comparación de la sociedad con un árbol nos ayuda a comprender que, si bien podemos promover cambios desde la copa y el tronco del árbol, la verdadera transformación la conoceremos en el momento en que nos enfoquemos a modificarla de raíz, es decir, un cambio en la forma en que nos relacionamos para producir en sociedad, en cómo se distribuye la riqueza social y en que una minoría deje de apropiarse de la infraestructura que requerimos para producir lo necesario para vivir. Por ello, en la OLEP luchamos por el socialismo, pues tiene como objetivo una producción social planificada que se basa en los mayores avances científicos y tecnológicos para lograr el bienestar de la mayoría de la población, sin explotación.
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