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Biden, otra máscara del imperialismo

¡Del garrote a la macana!

La toma del Congreso de los Estados Unidos de América (EUA) inauguró con bombo y platillo el año 2021. Entre banderas de la confederación símbolo de los estados sureños esclavistas del siglo xix, miles de simpatizantes de Donald Trump ingresaron por la fuerza a la sede del Poder Legislativo de este país, e interrumpieron el proceso constitucional de la certificación de los comicios presidenciales.

Con el triunfo electoral en el bolsillo, Joe Biden declaraba en un mensaje: “nuestra democracia está bajo un asalto sin precedente… un asalto sobre los representantes del pueblo… un asalto sobre el imperio de la ley”. Horas después el Congreso reiniciaría la sesión que culminaría en la ratificación del triunfo de Biden como presidente y de Kamala Harris como vicepresidenta.

Como si se tratara de una película de Hollywood, este hecho fue exhibido en los medios como el triunfo de la libertad y la democracia sobre sus enemigos; como el triunfo del bien sobre el mal; el triunfo del demócrata Biden sobre el republicano Trump… Sin embargo, esto es pura ficción. ¿Por qué? Porque entre un demócrata y un republicano sólo hay una diferencia de forma, de matiz, en lo que se refiere a su actuar, pues en lo fundamental comparten un mismo interés: la continuación del capitalismo como el “mejor” sistema económico posible, y del imperialismo con Estados Unidos de América a la cabeza.

Basta con recordar los diferentes capítulos de la larga trayectoria política de Joe Biden. Como promotor de la política exterior norteamericana (léase intervencionismo y desestabilización), este político fue uno de los principales promotores del Plan Colombia durante la administración de Bill Clinton en el año 2000. En términos formales, dicho plan permitiría la colaboración, apoyo y financiación norteamericana para combatir a la insurgencia revolucionaria en el país sudamericano. En la realidad, fomentó masacres de población civil y el fortalecimiento del paramilitarismo para destruir a toda persona que quisiera luchar por un derecho.

Algo similar a lo que ha sucedido en nuestro país con la Iniciativa Mérida (2007), donde la supuesta guerra contra los cárteles de la droga ha sido, solamente, el falso objetivo para llevar a cabo una política contrainsurgente sobre la población, basada en el terror. Pero, ¿Qué gana EUA? El Plan Colombia hizo posible una mayor subordinación de Colombia al imperialismo norteamericano gracias a los tratados de comercio, a una mayor inversión de capitales, a la adquisición de materias primas a bajo costo y a la extracción de petróleo, carbón, oro y minerales estratégicos (como el coltán, utilizado en casi la totalidad de los dispositivos electrónicos) de parte de nuestro vecino del norte.

Por otra parte, Biden apoyó la guerra de George W. Bush en Medio Oriente: primero respaldando la ocupación militar de Afganistán en el año 2001; y después votando a favor de la invasión de Irak en 2002. En esos años, su apoyo fue crucial, pues se desempeñaba como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado.

Otro capítulo de larga trayectoria de este político es cuando se desempeñó como vicepresidente en la administración de Barack Obama. En este contexto, Biden avaló el golpe de estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya en el año 2009. También en esta misma administración, Obama y Biden declararon al gobierno venezolano como una amenaza para la seguridad nacional de EUA.

En otras palabras, Joe Biden ha sido partidario de la política exterior norteamericana que obliga a otros países a abrir las puertas de la soberanía de par en par a los grandes capitales, beneficiando a EUA.

Aunque parezca que se avecina un cambio radical tanto al interior como hacia el exterior en el país vecino, la verdad es que no así, pues la diferencia entre Biden y Trump radica en la forma o el modo en que se quiere conseguir la subordinación política y económica de otras naciones a los EUA. Así, de la forma errática que caracterizó a Trump pasamos a la forma predecible de Biden, pero imperialista en esencia.

Como pueblo trabajador el cambio de presidente en el país vecino es una cuestión que nos debe interesar tanto como los problemas internos, pues se encuentran vinculados por la dependencia económica de México hacia su principal socioeconómico que es EUA.

Por lo tanto, qué tan peligrosa pueda resultar la nueva cara del imperialismo norteamericano depende, en gran medida, de la capacidad organizativa de la clase trabajadora de nuestro país, que debe hacer suyas la luchas por la recuperación efectiva de la soberanía nacional y el control por parte del gobierno de nuestros recursos naturales para el beneficio del pueblo, como lo planteamos en el punto 3 de nuestro Programa Mínimo de Lucha. El actual gobierno debe cancelar todos los tratados y acuerdos en materia de seguridad firmados por México, como el Acuerdo para la Prosperidad y Seguridad de América del Norte (ASPAN), firmado en 2005, y la Iniciativa Mérida, en 2007, que lo atan al gobierno norteamericano y que lo subordinan a una potencia extranjera.

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