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Candidatas y la sagrada inversión extranjera

Subordinación al gran capital

Es una tradición digna de vasallo la de las y los candidatos presidenciales: dar buenas señales a los poderes internacionales, así como a los dueños de México de que se van a portar bien, es decir, de que no harán cambios fundamentales al funcionamiento de la economía capitalista, y sobre todo al esquema geopolítico hecho a los intereses de la economía gringa. Por eso es que se habla cada sexenio de las señales hacia “los mercados” (los grandes capitalistas) para que no se pongan “nerviosos”. ¿A qué poderes hay que tranquilizar? Tradicionalmente se han hecho visitas a los embajadores o funcionarios de alto nivel de Estados Unidos. (hasta los candidatos de “izquierda” lo han hecho en el pasado, lo cual se ha documentado). La cuestión es avisar que se van a portar bien y no se van a realizar transformaciones que pongan en riesgo la inversión extranjera y sus fabulosas ganancias. Punto. Ya si después en las campañas se toman las banderas de las demandas populares sólo para llegar al poder político en sus múltiples cargos, y si se promete el sol, la luna y las estrellas, eso ya es el manejo de masas.

Recientemente, vimos cómo la otrora corcholata, Claudia y la casi neo luchadora social Xóchitl Gálvez, tuvieron sendas visitas nada menos que con  Larrry Fink, representante del fondo de inversiones más grande del planeta (Blackrock) y que cuenta con acciones en empresas de todo el mundo, tales como Microsoft, Amazon, Apple, Coca Cola, Twitter, PepsiCo, Ferrari, Bank of America, JP Morgan, Pfizer, McDonald’s, Uber, etc. Es decir, parecieran perros y gatos en las campañas electorales de altura, pero ante los dueños del mundo parece un concurso de subordinación olímpica.

Ya desde este sexenio en el cual por fin “la izquierda llegó al poder” se demostró en los hechos cómo a pesar del discurso grandilocuente del gobierno no llegó el fin del neoliberalismo. Se siguió una política de continuar lo que fue el TLC, ahora T-MEC, lo cual ha mantenido la economía mexicana al servicio de las necesidades de Estados Unidos y sin posibilidades de una reindustrialización soberana  del país. No se han echado atrás las llamadas reformas estructurales neoliberales, base legal del neoliberalismo, con lo que la inversión privada sigue vigente en todas las áreas económicas. Y las grandes fortunas de los beneficiarios del neoliberalismo se siguen incrementando de manera grosera.

A pesar de que se terminó con la idea de las zonas económicas especiales de sexenios anteriores, que eran zonas relacionadas a los grandes megaproyectos, y en las cuales se iban a brindar facilidades de privilegio a los capitalistas, se revivió el concepto en este sexenio, pero ahora bajo la denominación más agradable al oído de “polos de desarrollo”. Con nombre más bonito, pero en esencia se trata de lo mismo, pues el capital es el capital y no invierte por buena onda. De hecho, ya en octubre de 2023 el gobierno emitió un decreto por el que se otorgan estímulos fiscales y demás privilegios para atraer mayor inversión extranjera (como si las pobrecitas transnacionales que se benefician con creces de los países en los que se asientan necesitaran  más recursos. Se habla mucho de soberanía, pero en los hechos la inversión privada en la economía se sigue incrementando, tanto en el norte como en el Plan Sonora o en los más de diez dizque polos de desarrollo ligados al corredor transístmico, por ejemplo.

El discurso neoliberal se revitaliza endiosando a la sacrosanta “inversión extranjera”, como si fuera en sí misma sinónimo de beneficio al pueblo, cuando la historia nos enseña que el pastel se lo comen los grandes capitales y, si acaso, dejan migajas a un alto costo social, económico, ambiental, etc.

Relacionado directamente con este tema está el llamado nearshoring, que no es sino la relocalización de empresas debido a la guerra comercial Estados Unidos y China, con lo que las empresas principalmente gringas buscan acercarse a sus mercados de destino, instalándose en un país que les ofrezca ventajas y condiciones (que les salga más barato desde los salarios, energía, insumos, impuestos, etc.). En este aspecto las candidatas están alineadas sólo con algunos matices discursivos, pues mientras Xóchitl Gálvez lo asume como la panacea sin filtros, Claudia Sheimbaum lo aplaude pero dice que la inversión extranjera tiene que traer desarrollo también (o sea, que los lobos se vuelvan ovejas caritativas)

Y ya puestos de acuerdo en ciertos límites que permite el sistema, ahora sí la contienda electoral se viste de las más diversas banderas retomadas por las candidatas, banderas que unos ya probaron no tener en el pasado y otras que otros ya probaron traicionar o ser francamente inconsecuentes en su cumplimiento.

Más allá de los temas más superficiales en disputa electoral de los dos bloques enfrentados por ver quién ejerce la administración de los negocios en el país, hay grandes consensos que no se tocan, ni se tocarán, gane quien gane. Eso no quiere decir que no haya temas en los cuales se notan diferencias, pero los resultados nos demuestran que no son esenciales y que el neoliberalismo sigue vivito y coleando como ya lo hemos ilustrado en otros números de Fragua. La mesa para la inversión extranjera está más que puesta, para esa inversión extranjera necesitada de mano de obra barata, recursos naturales ilimitados, y, por ende, de las ganancias más jugosas. Como conclusión, llamamos al pueblo a retomar el análisis objetivo y reivindicar la lucha por una sociedad socialista como nuestro proyecto de clase proletaria, para no hacernos demasiadas ilusiones ni dejarnos arrastrar en la próxima vorágine electoral. Ni distraernos de la construcción de la democracia popular en lo concreto, pues se corre el riesgo de acabar siendo carne de cañón de partidos en descomposición evidente.

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