Capitalismo consciente, prosperidad compartida… y los reyes magos
La hoy presidenta electa de México dio a conocer hace unas semanas a la empresaria Altagracia Gómez Sierra quien presidirá su nuevo Consejo asesor empresarial (¿cuándo fue la consulta para la creación de este Consejo?).
Se supone que este Consejo tiene como uno de sus objetivos fortalecer la Estrategia Nacional de Relocalización y Desarrollo Regional, mediante la colaboración con la Secretaría de Economía y la de Relaciones Exteriores. En palabras de la misma Claudia Sheinbaum: “El cargo que va a ejercer [Altagracia Gómez] es honorífico completamente. Ella va a seguir a cargo de sus empresas como empresaria. Nos va a ayudar como nos ayudó en la campaña, en involucrar a empresarios, al propio Consejo Coordinador Empresarial, a otras cámaras, y empresarios y empresarias que nos ayuden en estos proyectos de lo que llamamos ‘Estrategia Nacional de Relocalización y Desarrollo Regional’”.
Nace una “nueva estrella” en el firmamento político empresarial, una joven heroína que nos promete además trabajar bajo una perspectiva de “prosperidad compartida” y “capitalismo consciente” (¡órale!, tanta explotación se hubiera ahorrado la humanidad de haber sabido esto).
Ya empezamos con problemas. Con este anuncio se da como automática la política del sexenio anterior de involucrar a los empresarios en los asuntos de política económica bajo la creación de figuras que en los hechos empoderan aún más a los traficantes de influencias de siempre. Y además es una decisión en la que ya ni siquiera se habla de consultar al pueblo, parece natural que desde el sexenio anterior los presidentes tengan a su consejo empresarial adjunto. En el caso de López Obrador, primero hubo la promesa de que la creación de tal Consejo se sometería a consulta, cosa que nunca se cumplió. Y en este caso se anuncia con total desparpajo que una poderosa empresaria tendrá un “cargo honorífico” en un Consejo, pero que seguirá dedicándose a sus negocios normalmente. Bonita forma de eludir el conflicto de intereses que se darán con Altagracia Gómez y sus compinches millonarios. ¿A dónde quedó la tan cacareada separación del poder económico del poder político?
Pero eso es sólo el comienzo, veamos qué intereses representa objetivamente la empresaria Altagracia Gómez, más allá de la imagen que se le está fabricando desde el poder económico y político, como una empresaria que sólo quiere ayudar desinteresadamente.
Para empezar no es una persona aislada; sino que forma parte de una poderosa familia empresarial que ha hecho su fortuna a partir de las privatizaciones salinistas, como beneficiarios de mecanismos como el Fobaproa y con la especulación que una de sus empresas (Minsa, antes Maíz Industrializado y luego Miconsa) ha hecho con un producto básico para el pueblo mexicano: el maíz.
El padre de Altagracia, Raymundo Gómez Flores, priísta cercano primero a Salinas y luego a Zedillo, llegó incluso al Senado por el poderoso tricolor neoliberal de ese momento. Las principales empresas que esta familia cercana al poder adquirió con las privatizaciones del salinismo fueron nada más y nada menos que Diesel Nacional o DINA Camiones S.A de C. V y Minsa (segundo productor mundial de masa de maíz). Posteriormente el conglomerado de empresas se conforman como Grupo Promotora Empresarial de Occidente (gpeo), que ahora preside Altagracia Gómez.
En cuanto a Minsa hay mucho que decir de su papel en la alimentación de los mexicanos y en el precio de la tortilla. Para esto remitimos al lector a consultar el artículo que como OLEP publicamos en nuestro órgano de difusión, FRAGUA No. 80,“Maseca y Minsa: tortilleros y rateros”, donde se analiza su nefasto papel como especuladores y como consentidos de los gobiernos incluyendo el actual.
Volviendo al negro historial de esta familia de burgueses, hay un añejo asunto laboral. Resulta que Raymundo Gómez y un socio de nombre Salvador Sánchez eran también accionistas de Estrella Blanca, empresa de transporte que fue rescatada por el maldito Fobaproa. Esta empresa creció con la adquisición de Tres Estrellas de Oro. Pues bien, debido a demandas de los trabajadores por atentar contra sus derechos laborales estalla una huelga en 1995, que culmina con el despido de 1067 trabajadores, resultado de la colusión de la empresa, los charros sindicales y las instancias de gobierno. A 29 años, trabajadores siguen reclamando justicia y reparación del daño, a la heredera de estos negocios, Altagracia Gómez. Hasta aquí no vemos la “prosperidad compartida” de esta “capitalista consciente”.
Otra empresa de la que se hizo la familia con las privatizaciones fue Almer, otra empresa del Estado dedicada al almacenamiento de productos agropecuarios.
En el mencionado conglomerado de empresas esta familia también es dueña de las firmas GIG, Dina, AP Solutions, Campo Fino, Siembra Capitales, Mercader Financial, entre otras, y también tienen, por si fuera poco, desarrollos turísticos en Acapulco y Nayarit.
A grandes rasgos esto es en cuanto a su influencia económica y ahora política que tendrá esta representante de una parte de la oligarquía “mexicana” (si el capital tuviera patria). Ahora bien, en cuanto al papel que concretamente se dice jugará se refiere principalmente al desarrollo regional y a la entrada de capitales en la llamada relocalización de empresas, y es aquí que utilizan nuevos conceptos para vendernos el mismo viejo producto de la inversión extranjera, producto milagro que supuestamente iba a llevarnos al primer mundo desde el salinismo precisamente.
Pero cuando observamos los conceptos que intentan vender como práctica de un supuesto gobierno de izquierda, tales como “capitalismo consciente”, o “prosperidad compartida”, vemos que no son sacados de ningún tipo de literatura “comunistoide” (para tranquilidad de las buenas conciencias de derecha).
Resulta que eso de prosperidad compartida viene nada más y nada menos que del mismísimo Banco Mundial, sí, aquel organismo que junto al Fondo Monetario Internacional, se encargan de imponer las reglas de la política económica imperialista a las naciones dependientes mediante generosos préstamos e inyección de inversiones que acaban de condenar al subdesarrollo a países enteros a pesar de la eterna promesa de contribuir al “desarrollo”. En el discurso, el Banco Mundial tiene como misión acabar con la pobreza desde la década de los 90s, añadiendo a sus objetivos en 2013 el de la susodicha “prosperidad compartida”, mediante el aumento del ingreso y del consumo de la población más pobre. Lo cual se lograría con una serie de medidas gubernamentales tales como evitar los subsidios generales y aumentar las transferencias monetarias focalizadas, entre otras. Como podemos ver, los llamados programas sociales vienen siendo no más que políticas paliativas dentro del mismo sistema y en realidad nada tienen de antineoliberales.
Y en cuanto a la vacilada del “capitalismo consciente”, se trata de un supuesto nuevo enfoque empresarial desarrollado por John Mackey y Rajendra Sisodia, desarrollado en su libro publicado en 2013, en el que se habla de hacer negocios dentro del capitalismo pensando más allá de la ganancia, bajo una consciencia ética en la búsqueda del bienestar, “liberando el espíritu heroico de los negocios” (sugerimos al lector detener su llanto y secar sus lágrimas para poder seguir leyendo tan conmovedora historia). Según Rajendra Sisodia: “negocios basados en el amor y cuidado, que ven a sus clientes, proveedores y colaboradores como seres humanos de carne y hueso a quienes se siente privilegiado de servir”. No cabe duda que se oye re bonito y el corazón se estruja involuntariamente pero revisando para quién trabajan estos arcángeles del capitalismo, vemos que Mackey es cofundador y director general de la cadena de alimentos orgánicos, Whole Foods Market, cadena multinacional de supermercados, actualmente propiedad del gigante Amazon. Y en el caso de Sisodia ha asesorado e impartido programas ejecutivos para empresas como AT&T, IBM, LG, McDonald’s, Nokia, Siemens, Sprint, Walmart, Whole Foods Market y Volvo. Además de dar conferencias del capitalismo consciente ante audiencias tan bondadosas y desinteresadas como la Casa Blanca, las Naciones Unidas y el Vaticano.
Es decir que al igual que la mencionada Altagracia Gómez, sus referentes en la narrativa manipuladora, trabajan para grandes grupos monopolios trasnacionales capitalistas que han acumulado sus grandes capitales a través de desplazar a la pequeña empresa local, apropiarse de recursos con facilidades fiscales, y pagar bajos salarios con pésimas condiciones de trabajo. Es decir, que en los hechos, ese capitalismo utópico del que nos hablan hoy desde la llamada 4T no existe sino como propaganda, y la multiplicación de las grandes fortunas de los dueños del país demuestra que el sistema capitalista no depende de pretendidas buenas o malas intenciones, sino de leyes económicas.
Como conclusión diremos hasta acá que lo que se ofrece en el nuevo gobierno en términos objetivos, más allá del ropaje discursivo del primero los pobres, es la naturalización de la visión empresarial como base de la política económica con los mismos conceptos trazados desde el Banco Mundial. Empoderando para ello a determinados personeros de grupos oligárquicos del “régimen del pasado neoliberal” al que supuestamente se combate, dándoles funciones de gobierno de facto, con lo que el poder económico y político seguirán íntimamente relacionados para que las bases del sistema no se toquen…y que siga la yunta andando.
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