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Ciberpandemia: el ABC del canibalismo comercial

El dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, es uno de los hombres más ricos en el mundo, ocupa el quinto lugar con una fortuna de 104,8 miles de millones de dólares (según Bloomberg).

Las asociaciones estratégicas, el intercambio de información personal, el estudio de las tendencias mediante algoritmos, la obtención de datos personales a través de la actividad el usuario, han hecho de las redes un mercado de inversiones de las cuales Facebook acapara 224 000 millones de usuarios activos. Se estima que por usuario gana 4.12 dólares, pero esto puede variar por la actividad y el lugar donde éste se encuentre, incluso puede llegar a 16 dólares por persona. Tan sólo entre junio y septiembre del 2016, la empresa reportó una ganancia de siete mil millones de dólares. El Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció que era una cantidad formidable, que supera el Producto Interno Bruto (PIB) de más de 40 países.

Pero la cosa no termina ahí, pues en las condiciones en las que nos encontramos actualmente, el confinamiento por la pandemia ha incentivado el uso de las redes sociales en el año más atípico de la historia reciente, lo que ha resultado en una subida de casi 30% en las acciones de Facebook, por tanto, en el aumento de la fortuna de Zuckerberg en más de 22 millones de dólares en lo que va de la pandemia.

La lucha por el dominio en el campo de las aplicaciones de telecomunicaciones se ha vuelto cada vez más visible con el nacer y morir de éstas o su paso a manos de nuevos propietarios. Uno de los casos icónicos es: el del ya casi olvidado Windows Live Messenger, desaparecido en 2012 por la plataforma Facebook. Pero ¿Por qué la importancia de obtener el dominio comunicativo por medio del internet?  ¿Cómo generan estas aplicaciones ingresos si son gratuitas?

La respuesta se encuentra en los términos y condiciones (de los cuales no se puede escapar si se quiere usar la aplicación), en las cuales se nos menciona abiertamente que los datos registrados y todo nuestro movimiento en dicha aplicación serán vueltos mercancía, así como también los contenidos de nuestra autoría (fotos, banners, canciones, etc.)  que servirán para poder crear contenido publicitario de acuerdo con el interés del usuario y podrán ser prestados a las agencias de inteligencia de Estados Unidos. Esto significa que mientras nosotros estemos registrados, usando la aplicación o no, ésta puede recabar datos a través de la geolocalización, la red de internet o los datos móviles de nuestro dispositivo, pues, al conectarnos, generamos un rebote con las antenas de dicho servicio y proporcionamos datos más específicos de dónde nos encontramos a través de la cámara, del micrófono e incluso del uso de otras aplicaciones. Toda esta información recabada no es vendida como tal, pues “no está permitido” vender los datos de las personas sin previo consentimiento. Lo que está permitido es que empresas como Nestlé, Disney, Sabritas, Uber y Beat (por mencionar algunas) puedan pagar una cantidad determinada para mostrar publicidad, mientras que Facebook se encarga, mediante la toma de los datos, de hacer llegar la publicidad a los usuarios que compartan cierta actividad al respecto de una mercancía, servicio o tema que sean de su interés. Esto ha hecho que empresas de diversos rubros busquen obtener datos de las personas y formen asociaciones con otras, por ello, por ejemplo, para poder crear una cuenta en Facebook debemos acceder desde nuestra cuenta de correo Gmail o Outlook. De esta manera, la relación entre empresas no se considera venta de la información personal, sino un intercambio o colaboración para mejorar el servicio.

Pero no todo es alianza entre las aplicaciones, la competitividad por desfalcar a Facebook ha creado nuevas propuestas y Mark Zuckerberg ha desatado “guerras” contra ellas, pues acaparar la información digital supone tener el dominio total de ese mercado (un monopolio digital). Por eso, la importancia de comprar Instagram y WhatsApp, pues así Mark Zuckerberg asegura mantener su imperio informático, pero no sólo eso, sino también poder atacar a sus oponentes.

Zuckerberg y sus empresas reflejan los intereses más imperialistas y rapaces de la burguesía transnacional, donde la vieja cantaleta del “libre mercado” y “la sana competencia” quedan aplastadas, una vez más, por la avaricia norteamericana, generando consigo condiciones desiguales para nuevos desarrolladores que se enfrentan a un monstruo con la capacidad de mutar, comprar y tener recursos aparentemente ilimitados, lo que condiciona el terreno para  extinguir o comprar las nuevas aplicaciones que puedan ser creadas.

Hace unos días, el director ejecutivo mencionó que la plataforma dejará de recomendar grupos militantes o políticos a sus usuarios, ya que “planeamos mantener los grupos cívicos o políticos fuera de las recomendaciones a largo plazo y planeamos expandir esa política mundialmente”. Así, quiere concentrarse en comunidades “positivas y ayudar a las personas a entretenerse”, lo que significa expulsar de sus redes a quienes atenten contra sus intereses económicos y políticos.

Todas estas aplicaciones nos dejan en claro cómo se convierte toda actividad del ser humano en una mercancía y cómo se produce esto en el plano de las telecomunicaciones, pues hacen de la información (hábitos, gustos, decisiones, preferencias) del usuario su objetivo. Así, incluso cuando descansa el trabajador y está en sus ratos de “descanso” (consultando Facebook, YouTube, jugando en su celular), genera información que se convertirá en una mercancía por la cual los burgueses de las telecomunicaciones obtendrán ganancias. Es decir, generamos datos que son vendidos como mercancías sin que se nos dé una retribución. Por ello, debemos acabar estas relaciones de producción capitalistas donde ni siquiera nuestros datos son de nuestra propiedad. Ninguna aplicación de una transnacional que se diga gratuita lo es en realidad, pues sólo se aprovechan de nuestras necesidades de comunicarnos y divertirnos.

Por eso, como Organización de Lucha por la Emancipación Popular (olep), luchamos por superar estas viejas relaciones de producción, donde quien produce las mercancías es separado de ellas y no goza de los beneficios de su venta o intercambio. Luchamos por construir un sistema donde las relaciones de producción sean colectivas, donde el pueblo sea quien decida sobre cuánto y cómo producir y no exista la explotación del hombre por el hombre, donde existan una verdadera democracia popular y las posibilidades del desarrollo tanto colectivo como individual. El socialismo es el sistema económico, político y social por el que luchamos.

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