ArtículosLa voz del Pueblo

Episodios de la lucha de clases

La fuerza que mueve a México

Teoría y práctica

 Los obreros tenemos miedo al despido. Sin embargo, nos rebelamos no haciendo nuestro “máximo” esfuerzo, pues sabemos de la avaricia de los patrones y que esto no se traduce en un aumento salarial proporcional a ese esfuerzo no pagado. Como en algún momento me dijera un supervisor preocupado por alcanzar la meta impuesta: “entre más les das, más piden…” Por tal razón, los obreros aprovechamos todo momento para descansar lo más que se pueda.

En la escuela, una maestra con doctorado me decía que mis trabajos estaban mal planteados porque se hacían desde una perspectiva teórica ya superada: el marxismo. Su principal argumento fue que la clase obrera ya no existía en las mismas condiciones materiales que hubieran inspirado a los dos fundadores de esta perspectiva (Marx y Engels); que la clase obrera habría que “repensarla”, adecuando así la realidad al pensamiento.

Pero en la fábrica sigue habiendo máquinas, siguen existiendo personas a las cuales se les da una llave, un cutter y un flexómetro para que trabajen. A pesar de que la jornada laboral debe ser de ocho horas, la jornada se extiende si así lo demanda la producción. Las máquinas nos imponen el ritmo de trabajo y hasta qué músculos se deben trabajar, pues hay máquinas distintas… En fin, si trabajamos arduamente y superamos el número de toneladas de producción establecido, nos felicitan y los administradores nos dan un bono y hay taquiza.

“La clase obrera ya no existe…” ¡cuánta ignorancia hay entre los grandes especialistas de la academia! La lucha de clases existe y la vivimos a diario. Dispersos, sometidos y divididos, es como la burguesía trasnacional y los dueños de las fábricas han logrado mantenernos como clase explotada en estos últimos años, pero también existimos quienes somos la carne y el hueso del marxismo; quienes comprobamos en la práctica que existen intereses de clase irreconciliables; y quienes somos “la chispa” que algún día consumirá las relaciones de producción capitalista.

El “primer obstáculo”

Jamás conocí al dueño de la fábrica, nunca le vi la cara al burgués que se apropia del trabajo no pagado que turno con turno de 12 horas nos arrancan a los obreros de la fábrica.

Pero a quien veía y a quién escuchaba hasta las ganas de darle un golpe era al jefe de máquina: un obrero de unos 50 años que se encargaría, según sus palabras, de que me despidieran, porque consideraba que no desquitaba el miserable salario que me pagaban.

Literalmente hacía del turno de trabajo 12 horas de sufrimiento: sí turnos nocturnos de 12 horas, turnos ilegales, turnos que minan la salud del trabajador, turnos que deberían trabajar los dueños de las fábricas para que sus cuerpos sientan el rigor de las decenas de toneladas que cargarán, sientan la sed, el hambre, el vértigo si uno se descompensa por el esfuerzo. Ah… y turnos en los cuales el pago de horas extras no existe.

Esos turnos fueron aceptados por el sindicato a cambio de un miserable aumento salarial… sindicato “revolucionario”, por supuesto, ¿cómo defendernos de esa arbitrariedad?

Ahí estaba yo pensando durante todos mis turnos cómo organizar a los obreros contra los abusos patronales. Ahí estaba yo en medio de máquinas, de supervisores con radio comunicadores y de policías privados con armas, pero nunca pude reclamar al dueño de la fábrica por nuestras condiciones laborales.

Entonces mi frustración se volcó contra el jefe inmediato, mi “primer obstáculo”… y me di cuenta de cómo los obreros somos los modernos gladiadores, pues los dueños de las fábricas y los capataces nos empujan a luchar un obrero contra otro por el contrato, por aumentar el salario a costa de aumentar la producción ¿cuál solidaridad entre obreros? Ahí me robaron, me obstaculizaron el trabajo, vi cómo los trabajadores más serviles eran acomodados en trabajos menos pesados físicamente con un empleo garantizado y cómo a quiénes, como yo, se quejaban, les metían reportes y reportes para evitar su nueva contratación.

A diferencia del coliseo romano aquí no gana el gladiador más fuerte y mejor entrenado; aquí gana el obrero más servil, el obrero que entrega a su compañero, el chismoso, el cobarde, el que le cuida los centavos al patrón…

Y, sin embargo, existimos obreros que luchamos por defender nuestros derechos de manera organizada y venceremos, porque día con día nos encontramos con hermanos de clase que sentimos lo mismo y luchamos por construir la conciencia de clase proletaria que rompa con las cadenas del capital y haga florecer el espíritu combativo de quienes liberaremos a la humanidad entera de la explotación.

La lucha de clases existe

El objetivo de presentar al lector estos testimonios es demostrar que existimos proletarios conscientes que estamos en el esfuerzo de luchar por nuestros derechos, por mejorar nuestras condiciones laborales, pero también por la democracia popular y el socialismo.

La conciencia de clase existe, así como la enajenación. Existe la clase burguesa y existimos los proletarios; hemos comprobado, una vez más, que nuestra fuerza es el número y que nuestra debilidad es la dispersión y la división; que por eso la burguesía fomenta la lucha entre hermanos de clase, por eso es que la burguesía mantiene un ejército industrial de reserva, es decir, mantiene el desempleo como un elemento que le permite bajar el costo de la fuerza de trabajo, mantener los salarios bajos y mantener la competencia entre trabajadores por un empleo.

La lucha de clases existe en las fábricas, pero también en las instituciones de educación pública y en todo lugar donde existen asalariados y por eso hacemos un llamado a construir lazos de hermandad entre quienes integramos la clase trabajadora.

Invitamos a todos los asalariados, a todos quienes reciben beca o pago por honorarios, a quienes tienen contrato y a quienes no, a quienes trabajan por hora o a destajo, a incorporarse a la Organización de Lucha por la Emancipación Popular, donde luchamos no sólo por mejorar las condiciones de trabajo, sino también por arrancar de raíz lo que permite la explotación del trabajador; luchamos por vía de los hechos contra el neoliberalismo, contra el capitalismo, por la democracia popular y el socialismo.

¡Trabajo digno, salario justo y seguridad social!

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