Glifosato, veneno para el pueblo
La hidra trasnacional
El 26 de marzo del presente año se dio a conocer a través de un comunicado que el uso del glifosato en México se va a mantener y que por lo tanto se echaría atrás el decreto presidencial que prohíbe su uso y que entraría en vigor el 1 de abril, esto con el objetivo de “salvaguardar la seguridad agroalimentaria del país”, pues se dice no existe alternativa de herbicida o sustituto de éste y por lo tanto es indispensable para mantener la producción agrícola en México.
Pero antes de profundizar en si es posible o no prohibir el glifosato es necesario explicar brevemente qué es y por qué es tan dañino para el pueblo. El glifosato es un herbicida que se utiliza en los monocultivos (plantaciones de una sola especie ya sea maíz, soya, sorgo, etc.) para eliminar las “malas hierbas” que suelen competir con el cultivo principal, es una forma sencilla de acabar definitivamente con todas esas plantas que crecen de forma natural en el campo y asegurarse de que no vuelvan a nacer. Y ¿cómo lo hace? afectando completamente su metabolismo, evitando que la planta pueda producir proteínas y por lo tanto conduciéndole a la muerte. De esta manera se asegura que únicamente el cultivo principal crezca, sin competencia y, por lo tanto, con una mayor producción de semilla.
Únicamente con esta explicación podemos intuir que algo no esta muy bien con el uso de este herbicida y muy probablemente con muchos otros también, pero sigamos. Seguramente usted se preguntara si el glifosato mata a todas las hierbas ¿por qué no lo hace así con el cultivo principal? Es aquí cuando unimos los primeros hilos de nuestro problema, pues resulta que una empresa hace algunos años modificó genéticamente las semillas del maíz, la soya y el algodón para que fueran resistentes al glifosato, de esta manera vendía a los campesinos la semilla y el herbicida, pues tenía las patentes de ambos. Esta empresa se llamaba Monsanto, hoy comprada por Bayer y es una de las empresas más grandes del mundo.
Los campesinos ante la necesidad de producir más y tener mejores ingresos utilizaron de manera constante este agrotóxico y algunos lo siguen usando, pero con el paso de los años las consecuencias se hicieron notar, ya sabemos que nunca hay que esperar nada bueno de los burgueses y menos de aquellos que dicen cuidar tu salud.
Hoy esta más que comprobado que el glifosato es una sustancia cancerígena y en México se han encontrado casos donde comunidades completas han sido afectadas, pues su uso ha llevado a la contaminación del agua a tal grado que diferentes investigaciones encontraron presencia de glifosato en la orina de campesinos. El caso más grave se dio en el 2019 en Guadalajara, Jalisco donde a partir de una investigación se encontraron rastros de glifosato en la orina de niños de entre 3 y 15 años.
Todos estos casos deberían ser suficientes para prohibir por completo el uso del agrotóxico que tanto daño del hace al pueblo, sin embargo a pesar de que en anteriores ocasiones ya se ha decretado su prohibición hasta el día de hoy no se ha hecho. La justificación que hoy se da desde las Secretarias de Economía y de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) es que no se puede mantener la producción agrícola sin el glifosato, no se puede disminuir un posible impacto si se sustituye esta sustancia y no se cuentan con alternativas, prácticas agroecológicas y saludables, que permitan prescindir completamente del glifosato.
Hoy muchos intelectuales que incluso ya han sido gobierno y han abandonado sus puestos se siguen preguntando por qué se ha echado para atrás un decreto tan importante, pues las razones que se dieron a conocer desde el gobierno son una ficción ante las reales alternativas ya existentes y probadas. Terminan acusando a personajes como Víctor Villalobos (actual secretario de la SADER) de defender los agroquímicos y estar detrás de estas decisiones con sus acuerdos oscuros.
Pero recordemos que las personas representan intereses y no son entes aislados con malévolos planes. En este caso Víctor Villalobos representa los intereses de la gran burguesía transnacional que durante años se ha enriquecido a costa de la alimentación y la salud del pueblo, empresas como Bayer-Monsanto, Syngenta, Corteva y BASF han hecho fortunas multimillonarias y lo seguirán haciendo mientras no arranquemos el problema de raíz.
Y el problema de raíz no es el uso del glifosato y las semillas transgénicas, el problema es el modo de producción no sólo de los alimentos, sino de la vida. Ese modo de producción se llama capitalismo y la burguesía no produce para acabar con el hambre en el mundo o para que los niños tengan la mejor alimentación, no. La burguesía produce para obtener el mayor plusvalor posible, no le interesa si contamina, si destruye la naturaleza, si acaba con la biodiversidad, si a los niños les da cáncer o si tenemos seguridad alimentaria. Lo único que le interesa es seguir acumulando capital y hará hasta lo imposible para defender sus intereses, a través de acuerdos comerciales como el T-MEC.
Por eso es que decimos que el problema fundamental va más allá de si se puede sustituir o no el glifosato, pues esa respuesta ya se tiene y se ha tenido durante años, incluso existen otros países que ante la imposibilidad de comerciar agroquímicos se vieron en la necesidad de buscar otras formas de producir sus alimentos y satisfacer las necesidades de alimentación de su pueblo, sí, nos referimos al caso de Cuba socialista donde ante el bloqueo económico encontraron otra forma de producción que no provoca daños al pueblo ni a la naturaleza y que garantiza no solo la seguridad alimentaria sino también la soberanía alimentaria.
Pero eso se logró gracias a que se transformó el modo de producción capitalista, a que el pueblo tomó el poder sobre la tierra, las fábricas y demás medios de producción y a que existe una organización proletaria entre los campesinos.
Hoy la solución no está en decretos presidenciales, reformas o a programas sociales que se basan en el asistencialismo y no en la organización, la verdadera solución está en la organización de los trabajadores del campo y la ciudad, en la lucha por la democracia popular y el socialismo.
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