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Las manchas de un “buen gobierno”

Hace unos meses, el presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió al crimen cometido contra Rubén Jaramillo y su familia como un crimen de Estado, en el que estaba comprobada la participación del Ejército.

Al mismo tiempo, remarcó que este crimen fue una “mancha” en el “buen gobierno” del “buen presidente” López Mateos, a quien, entre otras cosas, se le recuerda por la nacionalización de la industria eléctrica, la creación del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (issste) y la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo); en pocas palabras, se le recuerda por el pleno apogeo del “milagro mexicano” y su Estado del Bienestar.

Sin embargo, pese a estas políticas “estabilizadoras” que beneficiaron a una parte de las masas trabajadoras, una gran mayoría del pueblo seguía viviendo en la miseria.

La presión campesina obligó al gobierno a incrementar la entrega de tierras y la huelga ferrocarrilera -—heredada del gobierno anterior— entró en un punto álgido, pues los obreros buscaban quitarse de encima a los charros que sólo apoyaban a la patronal.

La respuesta para frenar ambas luchas fue la represión; por un lado, el asesinato de uno de los más grandes exponentes de las luchas agrarias, Rubén Jaramillo, y por el otro, la represión y encarcelamiento de los dirigentes ferrocarrileros.

Las manchas en el Estado del Bienestar no son otra cosa que la sangre derramada de la clase trabajadora que no se alinea con las políticas burguesas ni pequeño burguesas, por más beneficiosas que puedan parecer, pues, al final, como nos recuerda Lenin, hasta el reformismo bien intencionado es una cadena para la clase obrera.

Si bien para el actual Secretario de Gobierno de la Ciudad de México y para otros intelectuales del Morena, el Estado del Bienestar jamás existió en nuestro país debido justo a estas “manchas” (a las cuales podemos sumar las masacres de copreros en Acapulco, la del 2 de octubre, la represión contra el henriquismo, movimiento de oposición al régimen de Miguel Alemán…) lo cierto es que este modelo, al final, sólo es otra forma de gestionar el capitalismo, donde una parte del pueblo trabajador se ve beneficiado por ciertas políticas estatales mientras que la burguesía es apoyada e impulsada por las mismas (en algunos casos dirigida hacia ciertas ramas de la producción por el Estado que actúa como su vanguardia de clase).

La represión, el despojo y la explotación son inherentes al capitalismo y, en tanto tal, son necesarios para su reproducción, por más amable que se nos quieran presentar. En este sentido, ¿cuáles son las manchas del actual gobierno?

Si bien es cierto que la represión ha modificado sus formas e intensidad en los tres primeros años de la llegada al poder de amlo también es cierto que se ha mantenido el golpeteo contra las organizaciones independientes en estados como Chiapas, Veracruz, Ciudad de México, Puebla, Jalisco, Oaxaca, Guerrero, o Michoacán; sin olvidar mencionar que los cuatro primeros son gobernados por el partido de la llamada Cuarta Transformación, lo cual demuestra que aquello del “fin de la represión” en realidad no es tan así.

Con el fin de la primera mitad del gobierno de amlo se anunciaron algunos cambios dentro del mismo. Tal vez el más importante es la llegada de Adán Augusto López Hernández a la Secretaría de Gobernación tras la salida de Olga Sánchez Cordero.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con las “manchas” de la Cuarta Transformación? En principio, que López Hernández representa a un agrupamiento político poco o nada antineoliberal. Quien fuera gobernador de Tabasco impulsó en 2019 la llamada “Ley garrote” para criminalizar a quienes realizaran bloqueos callejeros o impidieran la construcción de obras públicas.

A estas reformas, violatorias de derechos humanos, también se le suma la coordinación que mantiene en materia de seguridad con Rutilio Escandón, con quien ha impulsado la apertura “sí o sí ” de las casetas tomadas que colindan entre los estados de Chiapas y Tabasco por medio de la policía y la Guardia Nacional, y que incluso han dejado un saldo de muertos y heridos. Todo para que “se restablezca el Estado de derecho”, en palabras de López Hernández.

Y bueno, como corolario, también mencionamos que la relación con el represor de Rutilio Escandón no sólo es por una casualidad geográfica, sino que son familia, pues la hermana del ahora secretario de gobierno es la actual Administradora General de Auditoria Fiscal Federal y esposa de Rutilio Escandón, ¡qué bonita familia!

Estos cambios parece que privilegian el pragmatismo y las “confianzas” por encima de los intereses políticos, económicos y sociales de las masas explotadas. Las “manchas” del agrupamiento político representado por Escandón y los López Hernández son limpiadas por el manto de la Cuarta Transformación por el simple hecho de que estas personas han sido en cierta forma leales al ahora presidente (no olvidemos que Rutilio Escandón ya ganó un premio por representar los valores de la 4T).

Como organización de clase proletaria debemos denunciar estos arreglos con agrupamientos políticos que no representan ni una política antineoliberal, ni popular ni de beneficio para el pueblo; al contrario, son viejos políticos empresarios que seguro harán gala de su pragmatismo desarrollando algunas políticas no esenciales de la Cuarta Transformación mientras protegen los intereses de los burgueses y mantienen la represión contra el pueblo organizado de forma independiente.

Para nosotros las “manchas” no pueden ser lavadas por la buena voluntad o la lealtad personal, y menos cuando éstas ya son tantas que toda nuestra ropa ha pasado por sangre y fuego.

Si en verdad se busca una transformación radical y profunda no se pueden hacer alianzas con quienes protegen y promueven el paramilitarismo; con quienes protegen los intereses de la burguesía monopolista transnacional y de los viejos cacicazgos locales; no se puede apelar a la lealtad por encima de la justicia.

Esas alianzas a nivel federal son las que pueden echar para atrás incluso lo poco avanzado en cuanto a beneficios para el pueblo y no garantizan más que impunidad en los casos de graves violaciones a derechos humanos ocurridos antes y durante el actual sexenio.

Por nuestra parte, es necesario seguir denunciando estos hechos y luchando por una verdadera transformación, una que no justifique la impunidad con ciertas mejoras, una que no esté manchada por la represión, el despojo ni la explotación; una donde nuestra clase realmente se vea representada en sus intereses inmediatos e históricos. Avancemos juntos y de manera organizada, desarrollemos los puntos del Programa Mínimo de Lucha de la OLEP, acabemos de una vez y para siempre con el neoliberalismo, arranquemos de raíz el capitalismo y construyamos la democracia popular y el socialismo.

¡Con represión, no hay transformación!

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