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Luchar por el derecho humano a la salud

Burocracia neoliberal

En México, según datos del último censo del INEGI, más de la mitad de la población económicamente activa se encuentra trabajando en la informalidad, es decir, no cuentan con un salario fijo, con un contrato de trabajo ni prestaciones laborales, excluidos del acceso a la atención médica en caso de enfermedad y sin derecho a la seguridad social; muchos mexicanos mueren a diario por enfermedades que son curables, en ese contexto, me gustaría compartir con mis hermanos de clase proletaria el siguiente testimonio.

Resulta ser que en el mes de agosto del año pasado empecé a presentar unos dolores muy fuertes en “la panza”, los cuales confundí en un principio con gastritis. Sin embargo los dolores persistieron y se agudizaban cuando ingería determinados alimentos con grasa o picante, por lo que me vi en la necesidad de consultar a un médico de manera particular, quien me recomendó un ultrasonido para saber qué padecimiento me aquejaba. Dicho estudio y la consulta hicieron que erogara de mi bolsillo mil quinientos pesos, los cuales me gano en dos semanas de trabajo.

El ultrasonido reveló que tenía cálculos en la vesícula y que éstos me provocaban los tan agudos dolores, así que me sugirió quitar la vesícula por medio de la cirugía. Para resolver el susodicho padecimiento me di a la tarea primeramente de investigar los costos de la cirugía de vesícula. Cuál fue mi sorpresa que al preguntar en distintas clínicas particulares me dijeron que tenía un costo de cincuenta mil pesos y en otras de sesenta mil pesos, lo cual pues la mera verdad para un trabajador que va “al día” está fuera de sus posibilidades económicas. Así que descarté esa opción y pregunté en una clínica del sector salud estatal, donde me dijeron que su costo era de diez mil pesos, que era una cirugía abierta y además, me pondrían en una lista de espera. Es decir, tenía que esperar de seis a ocho meses aproximadamente para que programaran la cirugía, pues la programación estaba saturada.

Así que ante esas condiciones, y en el afán de resolver mi padecimiento, le pedí a un compañero que me diera de alta como trabajadora en su pequeño negocio para poder así recibir el beneficio de la seguridad social y empezar a recibir atención como derechohabiente en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).Acordamos que las aportaciones mensuales que haría como parte patronal yo las tendría que cubrir. Así, una vez realizada mi alta en el Seguro Social, empezó mi peregrinar para poder operarme. Primeramente tuve que acudir a una cita con un médico familiar en la clínica más cercana a mi domicilio, para lo cual hay que ir a formarse a las cinco de la mañana con el fin, según me dijeron, de obtener una “ficha” para tener derecho a consulta, la cual no obtuve porque sólo daban 40 fichas y había más de cien gentes formadas, por lo que me dijeron que me anotara en una lista de espera y que “a ver” si podían atenderme. Me atendieron hasta las seis de la tarde, es decir, estuve ahí diez horas esperando la consulta y todo para que el médico familiar me dijera que era gastritis, pero luego le saque el ultrasonido y fue que me dio una orden para el Hospital de Especialidades. Luego de que fui a las consultas, se me realizaron estudios preoperatorios donde se tenían que hacer largas filas para poder practicarse pruebas de laboratorio, rayos x y electrocardiogramas.

Fue ahí donde pude ver a cientos de trabajadores que también hacían fila, obreros con los rostros curtidos por el trabajo explotado, fatigados e irritados, quejas y más quejas protagonizaban el comportamiento de muchos derechohabientes, se quejaban del tiempo de espera para poder recibir un servicio médico. Escuché que algunos se quejaban de que les habían perdido su expediente clínico; otros, que no había material quirúrgico para operarlos; otros más de la falta de medicamentos y de negligencias médicas. Luego fue que pensé que la burguesía nos escamotea nuestro derecho humano a la salud, no sólo a los que no tenemos seguridad social, sino incluso a los mismos derechohabientes; que la burguesía no respeta lo que establece el artículo 4 constitucional, sólo de “dientes para afuera”dice que toda persona tiene derecho a la salud en México. En la letra se plasma, pero en los hechos, se nos está negado ese derecho humano. De hecho, muchas enfermedades se pueden atender adecuadamente y se pueden  prevenir, pero la burguesía no lo hace porque para ella representa un costo la salud del pueblo.

El mensaje que les puedo decir a mis hermanos de clase proletaria es que el responsable de muchos padecimientos es el capitalismo, porque muchas enfermedades que nos aquejan como pueblo se pueden prevenir, si se mejoran las condiciones materiales de vida de los trabajadores. Por ejemplo, si se les reduce su jornada de trabajo, si se les mejora su salario, si se les da certidumbre y estabilidad laboral, si se extiende el derecho humano a la salud a todos los trabajadores sean formales e informales, si se combate la pobreza y el desempleo, si se realizan campañas masivas para alimentarse de manera nutritiva, entre otras muchas. Sin embargo esos derechos no se los arrancaremos a la burguesía si no luchamos por ellos, por eso es fundamental organizarse para mejorar las condiciones en que nos encontramos como clase proletaria. Pero también organizarnos para luchar por el socialismo, pues es ahí donde los trabajadores podremos vivir con dignidad. Así que hermanos proletarios sigamos en nuestra fragua, sin renunciar a ninguna esperanza, sin abandonar ninguna conquista, forjando la verdad y la justicia de mañana, con los martillos invencibles de la observación y de la experiencia.

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