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PILARES: neoliberalismo con rostro humano

Efectivismo y viejos vicios

La política, como el amor, se basa en actos y no en supuestos y dentro de esos actos hay un amplio abanico de posibilidades, orígenes, objetivos, tácticas y estrategias. En nuestro país, el actual gobierno Federal es un gobierno que hemos calificado que representa a la pequeña burguesía aliada con una parte del gran capital monopolista transnacional y, en tanto tal, busca limitar la ganancia de la burguesía a la vez que conciliar los intereses de ésta con los del proletariado y las masas populares oprimidas por el sistema capitalista.

Esta tarea de conciliación, además de titánica, se vuelve en la pena de Sísifo, aquel rey que fue castigado en el infierno a cargar una enorme piedra por una montaña y cuando llegaba casi a la cima la piedra caía y así una y otra vez. Es decir, la conciliación entre las clases antagónicas del sistema capitalista: burguesía y proletariado, jamás se logrará y los intentos caerán como aquella infernal piedra.

Ahora, tomemos algunos ejemplos de lo que sucede con esta política en la CDMX. Desde el inicio del gobierno de Claudia Sheinbaum ha tenido como uno de sus emblemas de campaña la educación. Cuando llegó al gobierno creó la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación, una súper secretaría donde trataría de centralizar todos los esfuerzos educativos de la Ciudad y subordinarlos a su lógica de gobierno. Para esto, colocó a algunos de los cuadros políticos más allegados a ella para que todos tuvieran una misma línea.

Esta Secretaría tiene muy buenas intenciones, pues busca acabar con el rezago escolar y garantizar el derecho a la educación de todas las personas que habitan la ciudad y seguro será el modelo de la Secretaría de Educación Pública si la jefa de gobierno da “el gran paso” y se sienta en la silla presidencial.

Pero esas buenas intenciones huelen, apestan, a infernal azufre pues en el camino para obtener derechos y hegemonizar los distintos procesos ha dejado a un lado el origen popular que muchos de ellos tienen como el Instituto de Educación Media Superior o la Universidad Autónoma de la Ciudad de México para constituirlos en espacios donde lo que importa no es tanto la construcción de sujetos democráticos, base del modelo educativo de ambas instituciones, sino el tener números altos, resultados.

Esta lógica efectista desvincula los procesos comunitarios, democráticos y populares que en muchos casos nutrieron los votos con los cuales la propia jefa de gobierno llegó al cargo y los encierra en burocracia, números, listas… y violación a derechos laborales.

Ese es el caso de los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES) , uno de los proyectos insignia de la actual administración capitalina, el sueño de más de un promotor cultural: una red de centros culturales, educativos, deportivos y de oficios en barrios sumidos históricamente en el abandono.

Este proyecto, como en su momento el IEMS y la UACM, atrajo a muchos activistas y gente solidaria y de mentalidad progresista a participar, a ponerse la camiseta como dicen por ahí. Organizaciones de vivienda, comunitarias, vecinos donaron terrenos al gobierno para que se pusieran los PILARES. Colectivos culturales negociaron con el Estado para que sus espacios, construidos sin dinero y con mucho empeño, pasaran a ser parte del programa y, al fin, pudieran sostenerse y tener tiempo para realizar lo que les toca: la promoción cultural y no andar buscando dinero en mil cosas.

Este proyecto, caótico como cualquier gran proyecto, poco a poco ha mostrado que esas buenas intenciones están enmarcadas en el infierno de la burocracia y el efectismo (y, de paso, en la prematura campaña electoral por la presidencia del país).

Al poco tiempo, los artistas, activistas y gestores comunitarios que se sumaron al proyecto se vieron atados todavía más: la burocracia, tareas que no les corresponden, caos administrativo, hostigamiento laboral, despidos injustificados… sin mencionar que todo el proyecto se sustenta en la ilegalidad, pues al nombrar como beneficiarios a los talleristas niega la relación laboral, vaya, neoliberalismo con rostro humano.

Así, la actual administración, en muchos casos hace reverencia con sombrero ajeno, pues ahora pareciera que el trabajo de años y años de gente que desde la vía independiente se aventó a trabajar sin un peso es obra de tres años de administración morenista, y eso se llama oportunismo.

Volviendo al punto, PILARES demuestra el límite de las propias decisiones que toma el actual gobierno, pues no puede sostener un proyecto así sin la violación sistemática de los derechos laborales ya que se niega (a nivel local y federal) a tocar la esencia del problema: la explotación capitalista, el control de los grandes medios de producción y por ello de la cultura por parte de la burguesía.

En este sentido, las buenas intenciones se terminan cuando se trata de conciliar con otros intereses y termina por buscar soluciones a modo que no generan más que caos, burocracia y efectismo como el caso de las expulsiones de los usuarios y talleristas de PILARES Alameda Oriente y PILARES Oceanía, espacios que estaban dando resultados, que al fin llevaban cultura, educación y aprendizaje continuo a las comunidades marginadas y de un día a otro los terminan para poner un IEMS y un Instituto Rosario Castellanos (IRC). Buenas intenciones, malos manejos y, al final, confrontación de derechos, el circo romano del bienestar.

Por eso, como pueblo, como organizaciones populares, como activistas, talleristas, estudiantes… debemos buscar soluciones que nos alcancen a todos, que no se queden en un repaso por encima de nuestros problemas y en lugar de generar beneficio nos metan en más problemas… ahí sí, ni Sísifo sufrió tanto.

En este sentido, consideramos necesario que los proyectos coexistan, que no exista la confrontación de derechos que, al final, es confrontación de personas, de pueblo. Para nosotros una alternativa concreta es la recuperación por parte del Estado de la gran industria inmobiliaria. No tiene sentido que las autoridades dejen construir plazas comerciales como Encuentro Oceanía, a todas luces corrupta e ilegal, y luego digan que no hay espacio para una unidad del IRC y deban tomar la recién inaugurada sede de PILARES Oceanía que era un beneficio para el pueblo.

Es necesario que se construya infraestructura educativa y de aprendizaje continuo y también que se aproveche lo que ya existe, pero no en un afán de tener números sino de que realmente estos proyectos sirvan para construir al sujeto democrático que busque transformar su entorno y sociedad.

Para esto, como usuarios y talleristas, como pueblo en su conjunto, debemos impedir que nos sigan utilizando como ganado de programas sociales, no somos números para llenar listas, somos personas que viven, sienten y tienen necesidades. Somos personas dignas que no queremos migajas de bienestar sino la transformación de esta realidad. No queremos buenas intenciones, no queremos conciliación, queremos educación, trabajo y vida digna.

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