El “giro progresista” y las luchas electorales
Un fantasma recorre Latinoamérica, el fantasma del… ¿progresismo? El año 2021 terminó con una noticia bastante llamativa para la política internacional de nuestro continente: Gabriel Boric, el joven de 35 años que encabezó las movilizaciones estudiantiles de finales de la primera década del siglo XXI llegaba a la presidencia de Chile, cuna del neoliberalismo.
Boric, llegó como abanderado de la alianza de centro-izquierda Apruebo Dignidad donde confluyen su partido Convergencia Social, junto a Revolución Democrática, Comunes, Federación Regionalista Verde Social y el Partido Comunista de Chile. Esta alianza se vio bastante beneficiada del descontento demostrado durante las movilizaciones callejeras de 2019 y capitalizó dicho descontento social llevándolo de la calle a las urnas.
Esto dejó de manifiesto que no existió una dirigencia ni un referente nacional proletario en la lucha combativa del pueblo chileno, pues si bien existieron organizaciones que lanzaban consignas de clase e incluso de lucha por el socialismo estas fueron rebasadas por el oportunismo electoral que acabó conciliado con las fuerzas de la derecha reaccionaria y neoliberal representada por el presidente empresario Piñera y sus secuaces.
Con todo, el mayor logro de la lucha callejera fue el llamado a una nueva Constituyente la cual, si bien operó con las reglas heredadas de la dictadura militar de Augusto Pinochet, abrió una cierta brecha democrática para que personalidades progresistas y organizaciones populares tuvieran participación en la creación de la nueva carta magna.
Sin embargo, un grave error que se puede observar es el abandono de la lucha combativa en la calle y, sobre todo, de las consignas de clase proletaria, del abandono del horizonte socialista, el dejar a un lado a los presos políticos de la revuelta y a las comunidades mapuches que por medio de los Órganos de Resistencia Territorial defienden sus tierras ancestrales y recuperadas frente a las grandes forestales e inmobiliarias auspiciadas por grupos militares y paramilitares.
Al mismo tiempo, sería un error pensar que las cosas no cambiarán ni un poco y que “todo cambió para seguir igual”, pues si bien Boric tuvo que conciliar para ganar electores también ha mostrado una cierta apertura a medidas urgentes como la eliminación de la deuda estudiantil que lacera los bolsillos del pueblo chileno desde hace décadas o la lucha contra las Administradoras de Fondos de Pensiones que han robado millones a los trabajadores chilenos y se han mantenido en la impunidad.
Sin duda es un escenario distinto que sin rebasar el capitalismo muestra la necesidad de impulsar hasta las últimas consecuencias las consignas de la revuelta de 2019, de la lucha callejera que dejó decenas de ejecutados extrajudiciales, cientos de presos y heridos.
El fantasma del progresismo recorre el continente, Boric es la última adhesión a esta nueva ola (que ya hasta perdimos la cuenta de qué ola es) donde podemos contar a personajes y partidos que van desde la lucha declaradamente antiimperialista de la Revolución Bolivariana en Venezuela encabezada por Nicolás Maduro o de Luis Arce y el Movimiento al Socialismo en Bolivia, a un Pedro Castillo y Perú Libre o Xiomara Castro de Zelaya y el Partido Libre en Honduras sin olvidar a Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento de Regeneración Nacional en México.
Algunos dirían que este escenario es un viento a favor en la lucha contra el neoliberalismo y hasta una avanzada en la lucha antiimperialista y por la integración latinoamericana. Otros dirán, con menos entusiasmo, que es un nuevo acomodo de la burguesía con otros títeres.
Si bien cada país tiene su propia complejidad, sus agrupamientos políticos, grado de desarrollo del capitalismo y de la lucha de clases, lo cierto es que hay varios factores que permean estos procesos. Por un lado, el auge de las políticas neoliberales y de subordinación al imperialismo norteamericano que ha sufrido Latinoamérica. Las políticas de despojo, de privatización, de extracción máxima de plusvalor, por medio del aumento de las jornadas de trabajo, la disminución de los derechos laborales y el salario real. Todo esto atravesado por la derrota militar y política de fuerzas marxistas en todo el continente o la desviación hacia el reformismo de otras organizaciones.
En este sentido, se vuelve una necesidad de los agrupamientos políticos proletarios en todo el continente aprovechar las brechas democráticas que se presentan para afianzar la lucha antineoliberal, la defensa de los pueblos latinoamericanos frente al imperialismo norteamericano y demostrar que sin una salida socialista y con democracia popular por más buenas intenciones o políticas progresistas, no se logrará erradicar de raíz el mal que nos lacera: el capitalismo.
Es importante entender que las fuerzas proletarias se encuentran luchando contra el oportunismo y el infantilismo de izquierda, es decir, entre quedar a la cola de los gobiernos progresistas y supeditar los intereses históricos de clase proletaria, programa y método a los programas reformistas y la lucha encarnizada en contra de los gobiernos progresistas buscando ser más “radicales” en las formas, pero alejados de las masas o incluso llegando a hacerle el juego a la derecha nacional e imperialista.
Por eso, no podemos hacer de los defectos virtudes. Ni decir que no hay de otra más que estar con el gobierno ni exagerar y pensar que el repudio de las masas es una muestra de que nosotros tenemos la razón. Es momento de aprovechar el ímpetu antineoliberal de amplios sectores de la población para fortalecer la postura proletaria, para elevar la consciencia antineoliberal a consciencia proletaria y de lucha por la democracia popular y el socialismo.
Si ya crecimos en medio de las dictaduras y el terrorismo de estado, no podemos menos que crecer aún más con gobiernos que se dicen no represores y hasta populares.
Las victorias en las urnas deben ser el impulso para la victoria en la calle, la muestra de que un pueblo que actúa en conjunto puede lograr grandes cosas siempre y cuando no se acomode y se conforme con victorias parciales. Transformemos la lucha antineoliberal en lucha por la democracia popular y el socialismo, demostremos los límites y alcances del reformismo y seamos los luchadores más consecuentes de nuestros pueblos.
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