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Juntas de Conciliación… Y Arbitrariedades

La justicia pronta y expedita es un derecho humano, un derecho que se niega de manera sistemática en todos los ámbitos que tienen que ver con lo jurídico en nuestro país. Desde la denuncia de una desaparición o un feminicidio hasta las denuncias por robo a casa habitación, pasando por las demandas laborales, juicios de amparo a favor de comunidades en resistencia, los jueces y todo el aparato estatal hace de las suyas para que el pueblo pierda el tiempo y pierda los casos.

Respecto al tema laboral, hemos denunciado que en la Ciudad de México se tienen más de 130 mil casos de expedientes varados en un mar de burocracia y, so pretexto de la pandemia y falta de personal, las autoridades de la aún Junta Local de Conciliación y Arbitraje de la capital del país se lavan las manos y dejan a los trabajadores a merced del hambre, de la falta de seguridad social, del desempleo, acoso u hostigamiento.

Sin duda esto no suena nuevo y más de uno podría justificar pensando que la pandemia atrasó todo… pero ¿es así? ¿Acaso la pandemia atrasó los grandes proyectos inmobiliarios? Tenemos el ejemplo de la Torre Mitikah en el pueblo de Xoco, entre Coyoacán y Benito Juárez o Encuentro Oceanía, proyectos que fueron aprobados desde antes de la pandemia (incluso en sexenios anteriores) pero que aprovecharon el limbo que el virus dejó para terminar de construir sin mucha oposición o si la había simplemente se callaba por la ola de covid-19 en turno.

¿Acaso no las autoridades desde el principio establecieron ciertas ramas de la producción como esenciales dentro de las cuales estaba la minería, la construcción y la automotriz? ¿Por qué no consideraron esencial la defensa de los derechos laborales? ¿Acaso vale más el dinero que el trabajo y la vida digna?

Como era de esperarse, la crisis económica que se avisaba (o arrastraba) desde hace ya varios años se agudizaría con este parón de la producción a nivel internacional y los empresarios empezarían a ver cómo reducir gastos para no perder ganancias, aún a costa de la vida de sus trabajadores (y ahí están los más de 350 mil muertos por covid-19 en nuestro país, la mayoría de ellos en las primeras etapas de la pandemia).

Sin embargo, las soluciones capitalistas jamás podrán hacer frente a una crisis, pues es el propio capitalismo el que las genera esto es un hecho económico, pues las crisis se producen cuando las mercancías no se realizan o tardan mucho en realizarse, es decir, cuando los bienes de consumo no son comprados por los consumidores y se quedan a pudrirse en los estantes, esto va generando un desbalance entre el dinero circulante y las mercancías que se pueden consumir. El dinero se detiene, no circula, y las cosas no se compran.

Poco a poco esto afecta no sólo a nuestros proletarios bolsillos sino a toda una rama de la industria, como la inmobiliaria, la cual no realiza sus mercancías (casas, centros comerciales, megaproyectos) y no puede acabar de saldar sus deudas con quienes les proveen máquinas, materias primas y los insumos necesarios para la construcción. Uno no paga y la cadena se repite al infinito y más allá.

Para los amantes del neoliberalismo y el libre mercado esto no tiene solución más que “el tiempo pase y las cosas se acomoden” por aquello de la mano invisible, pero como mano invisible ni en el póker, aquí partimos de criterios materialistas.

En la realidad y no el mundo de los sueños neoliberales, es el Estado el que actúa para proteger los intereses de la clase a la cual representa y aquí es cuando vemos el balance y desbalance de la 4T y sus políticas laborales pues, como hemos insistido, el actual gobierno federal y sus gobiernos locales dirigidos por Morena son una agrupación política que representa los intereses inmediatos de una parte del proletariado así como los intereses históricos de la pequeña burguesía y la burguesía; este agrupamiento busca la construcción del Estado del Bienestar al tiempo que se mantiene aliado de una parte de la burguesía monopolista transnacional que impulsa las políticas neoliberales.

Ante esto, el gobierno debe buscar una conciliación para no quedar mal “ni con dios ni con el diablo” pero como sabemos bien “el que a dos amos sirve… con uno queda mal”. Entonces la conciliación más allá de las clases es tan fantasiosa como la mano invisible, pues esta jamás se dará en tanto que los intereses del pueblo trabajador y explotado son contrarios a los intereses históricos de la burguesía monopolista transnacional y el Estado debe decidir a hacia donde está la balanza.

Como el actual gobierno no quiere destruir el capitalismo sino paliar sus efectos más nocivos, usa a los trabajadores como moneda de cambio y una de las formas históricas que ha usado el Estado para darle un respiro a la burguesía en tiempos de crisis es la dilación en la impartición de justicia laboral.

Desde la crisis de 1929 cuando los mercados cayeron en el llamado “Lunes negro” (todos menos el mercado soviético) las Juntas de Conciliación y Arbitraje del país se mostraron en su esencia como lo que son: protectoras del sistema económico capitalista. Las autoridades laborales en aquellos años decidieron conscientemente frenar los procesos laborales para que la ya de por sí pesada loza de la crisis no fuera aún más desgarradora para los “pobres empresarios”. Mientras los trabajadores esperaban, al fin que son muchos y se reproducen rápido.

Por eso es importante mirar la historia y el desarrollo de las clases sociales en la misma pues en plena crisis, con los plenos efectos físicos y psicosociales de la pandemia, cuando el pueblo más reciente los golpes en el mundo del trabajo… las autoridades encargadas de impartir justicia laboral son aún más omisas y dilatorias que nunca.

Piensa mal y acertarás dice el dicho, y viendo la historia de la lucha de clases en México, parece que, al menos en los hechos, la falta de solución y sus mil pretextos no son más que parte de la salida capitalista a la crisis del sistema en su conjunto, una salida que no da justicia ni está a favor de los derechos del pueblo sino de los intereses capitalistas.

Por eso, hoy más que nunca se vuelve necesaria la lucha consiente y decidida en contra del sistema económico en su conjunto, ya no basta con conciliar, no queremos sus migajas que ni llegan a tiempo. Queremos todo lo que nos corresponde por derecho, queremos pan, trabajo, techo.

Esto, sólo lo lograremos con la lucha organizada de manera independiente, sólo desde los agrupamientos políticos de clase proletaria como la OLEP, pues el Estado de Bienestar tiene su límite en la conciliación de clases donde somos nosotros los que siempre salimos perdiendo. Debemos luchar por la construcción de la democracia popular y el socialismo, único sistema donde nosotros determinaremos la producción, donde nosotros tengamos todo lo que nos corresponde sin pedir migajas.

¡Trabajo digno, salario justo y seguridad social!

Contacto:
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