La inflación: cifras alegres y la triste realidad
“Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. Los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas.”
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Apartado A, Fracción VI
Lo que acabas de leer, amigo proletario, no es broma, ni ganas de hacer humor negro con la realidad que nos aqueja a los millones de trabajadores en este país. El párrafo en cuestión es ni más ni menos que lo que el propio Estado mexicano reconoce formalmente que debería ganar un solo trabajador para sacar adelante a una familia y sus variadas necesidades. Por tanto, de acuerdo con la realidad, claramente el salario mínimo es inconstitucional. Y lo que es más, cualquier familia del pueblo sabe desde hace mucho que para su sostenimiento es menester el trabajo de varios de sus miembros, y hasta eso, sólo para “ir al día” y con múltiples deudas.
El salario actual en las zonas que no son frontera, es de $172 diarios o $5 332 mensuales, después del cuarto aumento en este sexenio y que el gobierno ha presentado como histórico, pues supuestamente recupera el poder adquisitivo del salario en un 71%, o sea, que a los 6 millones de trabajadores que beneficia directamente les alcanzaría para consumir mucho más que en 2018.
Se oye bonito pero, ¿y la inflación? De acuerdo al calculador de la página de INEGI, la inflación de diciembre de 2018 a agosto de 2022 fue del 20% (aunque el numerito que se nos presenta tramposamente en el caso de la inflación no es lo que se va acumulando por años sino por mes, con lo que ya hay un manejo de los números para lograr cierta percepción de que el problema es menos grave). En resumen, nos dicen que los salarios subieron (aunque no son todos los salarios en general, por cierto) mucho más que la inflación, en lo que va del sexenio. Sin embargo es aquí que hay que ir haciendo una serie de consideraciones para no caer en las cuentas alegres de los gobiernos que con careta buena onda, operan bajo las leyes del capitalismo y sus instrumentos (hasta el gobierno de Peña Nieto presumió con base en cifras oficiales que durante su sexenio se habría recuperado el poder adquisitivo del salario en un 14%, ¡el manejo de los datos da para todo!).
Hay que aclarar que no es que se esté en contra del aumento de los salarios, pero sí en contra de que al trabajador se le quiera dorar la píldora haciéndole creer que se está cerca de pagarle “lo justo”, pues todavía habría que cuestionar ¿lo justo según quién?
Veamos ahora qué nos dicen algunos investigadores que nos dan un panorama bastante distinto. En un trabajo que viene desarrollando el Observatorio de salarios de la Ibero, el académico Miguel Calderón Chelius, señalaba en la conferencia denominada “¿Cuánto cuesta comer adecuadamente en México?” de marzo del 2021 que, simplemente para garantizar una alimentación digna de una familia promedio se necesitarían unos $600 diarios, ya no hablemos de los gastos de las necesidades no alimentarias. De hecho, desde 2016 este Observatorio ya calculaba que el salario mínimo debería ser de $16,444 (¡desde hace seis años!). Este tipo de cálculos tienen una metodología más cercana a las necesidades reales si de bienestar se trata. En el 2017 propusieron un método para determinar la pobreza llamado Método de Bienestar Socioeconómico, tomando como referencia los derechos que el Estado Mexicano debe garantizar para construir otros niveles de medición. A diferencia de la metodología oficial de ayer y hoy (con algunos matices) que en realidad lo que mide es el consumo de los pobres para mantenerse en condiciones miserables para trabajar y reproducirse cada vez de manera más precaria.
Además de lo anterior, hay muchos otros fenómenos socios económicos que se están produciendo que no se dicen desde los discursos oficiales. Por señalar algunos: en el cálculo del promedio de la inflación se meten muchos productos que no aumentan demasiado o que no consume el pueblo generalmente y cuya suma ayuda a mantener ese promedio no tan alto en apariencia. Sin embargo el impacto en el pueblo pobre es el aumento en general de los alimentos y sobre todo de alimentos que pesan más socialmente, por ejemplo, la tortilla, el pan, aceite, papa, tomate, carne de res, pollo, huevo, leche, limón, naranja, aguacate, cebolla, etc., mismos que son utilizados, a la vez, en la preparación de infinidad de productos de amplio consumo. Además, es claro que los más pobres gastan en alimentos un porcentaje mucho mayor de su ingreso que alguien pudiente. Por eso el tipo de inflación que estamos viviendo es devastadora para la vida del pueblo.
Otro aspecto engañoso son las causas de la inflación según el gobierno, resulta que todo aumento es resultado de la pandemia o de la guerra Rusia-Ucrania, cuando en muchos de los casos los aumentos en los precios se vienen dando desde antes de la pandemia, como en el caso del gas, por ejemplo, cuyo aumento constante de precio se dejó correr dos años fácilmente para después hacer como que se controlaba, aunque el aumento es claro con respecto al precio de inicio de sexenio.
Es cierto que ciertas condiciones mundiales afectan los precios de algunos productos, pero en todo caso ello habla también de otros problemas estructurales como el grado de dependencia del país de ciertas importaciones caras mientras exportamos barato otros productos, los bajos salarios en México respecto a otros países del mundo, la falta de industrialización por nuestro papel de maquiladores en los tratados de libre comercio, la falta de una política agropecuaria que eleve drásticamente los niveles actuales de producción, etc.
Otro “detallito” en la economía en México y que demuestra quiénes siguen siendo los auténticos beneficiarios en la vida real son las ganancias del conjunto de los bancos que operan en México. Resulta que en el primer semestre del 2022 aumentaron sus utilidades respecto el año anterior ¡más del 40%!, ¿cuál crisis? para ese sector parasitario que sigue manejando las afores de los trabajadores y que por el aumento de las tasas de interés para el crédito acaban cobrando aún más por lo que prestan.
En fin, así podríamos seguir ejemplificando más fenómenos legales e ilegales que le van restando valor a lo que recibe el trabajador en la práctica, es decir, que cada vez recibimos como trabajadores una parte menor del total de lo que producimos (caída real del salario) a pesar del manejo de las cifras que nos quieren convencer de lo contrario. Lo único que crea valor en la sociedad es la fuerza de trabajo, pero la mayor parte es apropiada de manera privada, ese es el problema real del sistema capitalista, no se trata de buenas o malas intenciones de un gobernante u otro. Por tanto podemos concluir que la lucha por el aumento de salarios es una demanda económica por la que hay que luchar organizadamente en lo inmediato, pero teniendo claro que la lucha histórica del trabajador debe ser no por unas pocas migajas, sino para que el producto del trabajo no sea expropiada por los grandes dueños de los medios de producción, o sea, la lucha por el socialismo.
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