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La resistencia también está hecha por mujeres

Las partisanas

Todos recordamos la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) como uno de los sucesos históricos más crudos y terribles en la historia reciente de la humanidad. Como en todas las versiones oficiales de la historia, la ideología burguesa se ha encargado de difundir los mitos que sirven para enterrar la verdad sobre el heroico papel del pueblo trabajador en la defensa de la vida y de los territorios. Uno de estos mitos es que las mujeres, aunque desempeñaron distintas funciones auxiliares en la resistencia, no participaron en la lucha armada.

La realidad es que en los territorios ocupados y en Alemania, se organizó la resistencia civil a través de huelgas, negativas a colaborar con el ejército alemán, propaganda, sabotaje e inteligencia, pero también las milicias organizaron la guerra de guerrillas contra el invasor, principalmente en países como Polonia, Yugoslavia, Grecia y en territorio soviético. En estas resistencias, la participación de las mujeres jugó un papel muy importante, ya que la infraestructura de todo tipo de resistencia fue creada por ellas.

Después de la guerra, la resistencia activa judío-comunista y la participación de las mujeres en la lucha armada fueron aspectos marginados y silenciados por miedo a que los comunistas pudieran tener demasiada influencia en los países liberados, por lo que ser judío-comunista era garantía de ser ignorado por la historiografía oficial, pero ser mujer y además judía-comunista representaba un triple estigma que sepultó durante mucho tiempo las historias de mujeres que participaron en la lucha armada.

Muchas de esas mujeres tenían entre 16 y los 25 años cuando se unieron a la resistencia, pasaron por situaciones insoportables y las condiciones de vida de las que sobrevivieron a la guerra no fueron fáciles, ya que muchas de ellas no recibieron reconocimiento, fueron marginadas por su ideología política y no pocas se vieron obligadas a ocultar su participación en la resistencia debido a que fueron difamadas como lesbianas o prostitutas, pues para la sociedad era inverosímil que una mujer se uniera a la lucha armada, rompiendo con todos los roles de género.

En este artículo queremos contar la historia de una de esas mujeres, como una forma de homenaje para todas aquellas que participaron y de las cuales poco se conoce su historia, pero también para reivindicar el papel de las mujeres del pueblo trabajador en la defensa de los intereses de la clase proletaria.

Johanna Schaft, mejor conocida como Hannie Shaft o la chica pelirroja, era hija de Pieter y Aafje Vrijer Schaft, originarios de la ciudad de Haarlem, Países Bajos. Pieter era maestro con ideales socialdemócratas y Aafje era hija de un ministro con ideales socialistas igualmente fuertes. Hannie tenía 19 años cuando los nazis invadieron su país y al cumplir los 20 años decidió abandonar sus estudios en Derecho tras negar jurar lealtad a Alemania. Poco tiempo después decidió unirse a la resistencia Raad van Verzat de tendencia comunista, uno de los muchos grupos clandestinos organizados en Países Bajos para resistir a las fuerzas de ocupación nazis y sus colaboradores holandeses. La resistencia holandesa se basó en la organización de la población urbana, concentrándose en actividades de asaltos, rescates, descarrilamiento de ferrocarriles y operaciones de inteligencia.

La participación de Hannie en la resistencia comenzó recolectando dinero y bonos de comida para la clandestinidad, pero poco a poco se fue involucrando en la lucha armada. Una de las misiones en las que se desarrolló durante más tiempo fue al lado de las hermanas Truus y Freddie Oversteegen, con quienes formó un famoso trío que la Gestapo (policía secreta de la Alemania nazi) buscó arduamente, calificándolas de peligrosas terroristas. El trío de la chica pelirroja y las hermanas Oversteegen desempeñaba tareas como transportar publicaciones ilegales, visitar a familiares de compañeras y compañeros detenidos, imprimir octavillas y falsificar documentos de identidad, pero también desempeñaron otras tareas más crudas y desafiantes como las de ejecutar oficiales nazis y a traidores de la resistencia. El trío se dio a conocer por sus estrategias para pasar desapercibidas: Truus se disfrazaba de hombre y simulando ser la pareja de Hannie ejecutaban sus atentados, mientras Freddie reunía información y elaboraba el plan de acción.

Hannie se convirtió en una de las partisanas más buscadas por el ejército alemán debido al éxito de varias de sus misiones. Su posición como estudiante la ayudó a alentar la solidaridad estudiantil que llevó al cierre de las universidades holandesas en 1943 como forma de protesta ante la imposición de los alemanes de llamar a filas a estudiantes para el servicio laboral obligatorio en Alemania.

A principios de 1944, se le asignó la tarea de preparar un mapa detallado de la infraestructura construida por los alemanes en la costa holandesa. El acceso a las zonas militares costeras estaba muy restringido, pero Hannie pudo ingresar gracias a su excelente alemán y sus documentos falsos. Combinando sus observaciones con las de otros miembros de la resistencia, proporcionó un mapa completo que se envió a Londres y sirvió para una redada exitosa de 300 aviones de la Royal Air Force en las instalaciones de los submarinos alemanes.

Las represalias por su participación en la lucha armada no tardaron en llegar, sus padres fueron enviados a campos de concentración alemanes y la represión contra la resistencia clandestina creció ferozmente. En el invierno de 1944 el pueblo holandés estaba sufriendo terriblemente: la escasez de alimentos causó enfermedades y muchas muertes, lo que debilitó bastante a los movimientos de resistencia.

En marzo de 1945, Hannie se dirigía en bicicleta a las afueras de Haarlem cuando la detuvieron en un punto de control alemán, le encontraron copias del periódico comunista clandestino De Waarheid (La Verdad) y una pistola, pronto la identificaron como la chica pelirroja y fue encarcelada. En abril fue fusilada al lado de más de 300 partisanos holandeses, tenía 23 años. Sólo un mes después Holanda fue liberada por los ejércitos aliados. Truus logró sobrevivir a la guerra, se convirtió en escultora y en 1983 tuvo la oportunidad de dedicarle una de sus obras a Hannie Shaft, en homenaje a la resistencia holandesa.

Sabemos que la historia la hacen los vencedores y este artículo es un pequeño esfuerzo por visibilizar que también las mujeres han luchado y que podemos seguir luchando activamente por la transformación de la realidad, para dejar un mundo mejor a las y los que vienen después, aunque eso signifique romper con todos los roles impuestos. Para los integrantes de la OLEP, Hannie Shaft nos deja su ejemplo de compromiso y entrega, ya que tenemos la convicción de que los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos.

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