Fernando Franco: primer huelga en América
Los músicos de la catedral
La historia de la sociedad, hasta nuestros días, es la historia de la lucha de clases. Esta frase esculpida en letras rojas en el corazón de los proletarios del mundo nos debe impulsar en nuestras tareas políticas cotidianas pero, también, a reconocer cómo las clases oprimidas a lo largo de la historia han enfrentado las vejaciones de los opresores mediante la lucha y resistencia, mediante la astucia y la creatividad.
En este sentido, recordar la primer huelga de América y de México nos debe exponer cuáles son los aprendizajes históricos que debemos adquirir para que todo ese esfuerzo acumulado de generaciones y generaciones de trabajadores no se vaya al olvido sino que reafirme nuestro legado de lucha y organización. Entonces… es 1582, estamos en el centro de la Nueva España, en la primer Catedral Metropolitana de México y en ella se encuentra Fernando Franco. ¿Quién fue este personaje? Considerado uno de los mejores músicos y compositores de la Nueva España, fue un natural de Garrovillas, Espinar, cerca de Portugal, quien a la edad de 22 años decidió ir – al Nuevo Mundo – llegando a trabajar a Guatemala donde compuso “Antiphona in Die Purificationis” y “Benedicamus Domino”.
Debido a una reducción de salario decide dejar la catedral de Guatemala y viajar a Nueva España y comenzar a trabajar en la Catedral Metropolitana de México
Se dice que a la llegada de Franco se vivió una época de esplendor laboral en la Catedral: los salarios aumentaron, el coro estaba mejor que nunca, los trabajadores estaban felices… sin embargo, un día, el Cabildo de la catedral notó que se gastaba más dinero en la capilla que en la Haceduría (fábrica de materiales) de la Catedral (la actual Catedral estaba en construcción).
Por tales motivos, en julio de 1582 se decidió bajar el salario de los trabajadores de la siguiente manera: Franco ganaría 350 pesos al año, menos de un peso al día; el Racionero Juan Hernández y el Canónigo Alonso de Ecija ganarían 320 pesos al año y los demás entre 150 y 300 pesos anuales.
Para darnos una idea, con la entrada del repartimiento forzoso (repartimiento de indígenas entre los colonizadores) se incorpora también el salario; es decir, se introducen las relaciones capitalistas de producción. El salario estaba tasado en 34 maravedís (equivalente a un real o “un peso”) diarios para trabajadores cualificados y 22,5 maravedís para los peones.
Fernando ganaba poco menos que un trabajador cualificado y los músicos con el salario más bajo ganaban poco menos de la mitad que un peón. Todo esto también estaba enmarcado en un estancamiento del salario nominal en la Nueva España que ocurrió entre 1570 y 1590.
Por estos motivos, los músicos de la Catedral consideraron que los salarios eran indignos y decidieron ir dejando poco a poco el trabajo pero ahora con una característica distinta: platicaron con sus pares y ningún músico en la ciudad aceptó trabajar bajo esos salarios de hambre. De un día a otro, la Catedral más importante de Nueva España y tal vez la más importante del llamado “Nuevo Mundo” quedó en silencio.
Estos hechos no pasaron desapercibidos, el Arzobispo tuvo que intervenir para dialogar con los músicos quienes, de manera colectiva, negociaron los siguientes términos: la Capilla quedaría integrada por todos los miembros que tenía antes; se les pagaría el sueldo que dejaron de percibir durante el tiempo no trabajado, continuaría la reducción salarial por el resto del año y para 1583 regresarían a tener su sueldo original y se reiniciaría el trabajo el 22 de agosto del año en curso.
Con estas demandas cumplidas, un pequeño grupo de trabajadores pudo doblegar a la que podríamos llamar la institución más poderosa de la Nueva España: la Iglesia.
Ahora bien, ¿qué podemos extraer de este curioso pasaje? Por una parte, no podemos obviar el hecho de la existencia de las relaciones capitalistas de producción, incluso en los términos de las labores que estos músicos realizaban ya que ellos no escribían en general canciones para sí o para el deleite estético, sino que escribían encargos de las propias autoridades eclesiales las cuales buscaban que las canciones hablaran sobre ellos mismos o hicieran referencia a la grandeza del prelado al cual representaban.
En este sentido, ellos ya eran trabajadores asalariados bajo condiciones capitalistas quienes vieron afectados sus intereses de clase y rechazaron por la vía de los hechos los salarios de hambre a los cuales los tenían sometidos.
De manera consiente deciden dejar sus labores y hablar con sus compañeros de gremio en la ciudad para que nadie aceptara las condiciones laborales a las cuales los quería someter el Cabildo y lograron convencerlos al punto de lograr una forma de presión hacia las autoridades eclesiásticas.
Y, lo que debemos considerar el punto de inflexión, es el hecho de que negociaron de manera colectiva y lograron arrancarle a sus patrones sus demandas inmediatas para recuperar los salarios que tenían antes de la arbitraria decisión del Cabildo. Así, por primera vez en la historia de esta tierra que hoy llamamos México (al menos la primera documentada) un grupo de trabajadores paró labores, negoció y venció.
Esta es la principal lección histórica, ese germen de organización que nació en la Catedral demostró que la unión de los trabajadores es lo que nos da la fuerza para vencer. Demostró que cuando se pierde el miedo, porque pelear con la Iglesia no era cualquier cosa; cuando se lucha en conjunto y se rechaza el trato indigno, los trabajadores tenemos la suficiente capacidad para organizarnos, convencer a otros y arrancar esos derechos que buscan quitarnos los patrones.
Como Fernando Franco y sus músicos, muchos otros trabajadores lucharon por mejorar sus condiciones de vida durante la Colonia. Revueltas indígenas en todo el territorio, motines de mineros, rebeliones para escapar del régimen del repartimiento forzoso, fugas de esclavos… luchas que 300 años después rindieron frutos en la Independencia pues toda esa historia acumulada de éxitos y fracasos le dio a las clases oprimidas la experiencia suficiente para conocer sus propias fuerzas y debilidades, para entender cuáles eran las mejores tácticas para superar la adversidad y la necesidad de la organización combativa para vencer.
Ese es nuestro origen y legado, somos parte del pueblo que ha luchado durante generaciones y que lo seguirá haciendo hasta no sólo arrancar todo lo que nos han robado sino lograr una sociedad donde seamos los trabajadores quienes decidamos nuestro destino.
Somos nosotros quienes escribiremos el nuevo capítulo de esa historia que nació con Fernando Franco y los músicos de la Catedral, quienes tallaremos en piedra roja nuestro futuro que no es otro que la democracia popular y el socialismo.
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