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Medicina alternativa, explotación convencional

En noviembre de 2011 el presidente Felipe Calderón Hinojosa, días antes de dejar la presidencia firmó el decreto para la modificación de la Ley Federal del Trabajo. Para cerrar con broche de oro un sexenio caracterizado por el terrorismo de Estado y por el despojo por parte de los empresarios de los derechos que el pueblo había ganado con años de lucha y organización. Con su aprobación y su promulgación en el Diario Oficial de la Federación en noviembre del 2012 se legalizaba un periodo de precarización laboral, que hasta la fecha los trabajadores seguimos pagando las consecuencias.

En esencia esta reforma tuvo como principal objetivo una mayor flexibilización del mercado de trabajo, centrándose en la reducción del costo salarial y en la precarización laboral, legalizó las diferentes modalidades de contratación como la subcontratación, los períodos de prueba, los contratos de capacitación inicial y el trabajo de temporada, que ya se realizaban, pero que no tenían un base legal para su aplicación. Además de lo
mencionado también se aprobó el salario por unidad de tiempo (pago por horas).

Como si esto no fuera suficiente en febrero de 2017 se oficializó en el Diario Oficial de la Federación otra reforma a la legislación laboral del país. Entre las principales modificaciones encontramos las siguientes: nuevos criterios para declarar ilícita una huelga, pago por enfermedad (ante enfermedad laboral los trabajadores en lugar de percibir el 100% de su salario solo obtendrán el 50%).

Todo este marco legal, ha permitido que diversas empresas hagan lo que se les antoje con sus trabajadores, en ese sentido compartimos con ustedes un testimonio proletario anónimo:

Entré a trabajar al Instituto Tzapin de medicinas complementarias, a inicios de este año, me recomendó un amigo y así pude entrar al área de call center. Me encargo de brindar información por redes sociales de los diversos cursos que imparten en el Instituto; en la primera semana entraba a trabajar a las 7:30 de la mañana y salía a las 8:00 de la noche, por esas 12 horas y media percibía un salario de $1,200.00 semanales; en el lugar me proporcionan desayuno y comida, y me dieron el domingo como día libre. Cuando me pagaron la primera semana, me dieron mi salario en un sobre amarillo y me comentaron que mi horario iba a cambiar, iba a entrar a la misma hora, pero ahora saldría a las 6 de la tarde, por lo tanto, mi salario también iba a disminuir, ahora me iban a pagar $700.00 semanales y, si logro concretar la inscripción de personas a los cursos, me brindan una comisión de $20.00.

Hasta la tercera semana me hicieron firmar un contrato, pero se me hizo raro que en él estaba otro horario completamente diferente, pues decía que entraba a las 8 y salía a las 4:30 de la tarde.

También cabe señalar que el contrato sólo contempla un mes de servicio dentro del Instituto y en caso de continuar, se va renovando mes con mes con un nuevo contrato. Te hacen firmar de forma anticipada que cumpliste con un horario de 8 horas (cuando en la realidad son 10). De igual manera, los contratos mensuales contemplan tu renuncia mensual anticipada, que también te hacen firmar. Lo último a señalar sobre el contrato sería el sueldo, que no corresponde a los $700 semanales: hacen firmar que se recibió un sueldo mayor al que se percibe en realidad. Claro, no nos obligan a la fuerza o mediante amenazas a aceptar ese contrato, pero, tomando en cuenta la falta de opciones de empleo y la cada vez más precaria calidad de vida, ¿qué otra opción tenemos?

Y esa creciente precariedad, ¿no es en sí una fuerza coercitiva violenta para aceptar un contrato así?

Todos los días por la mañana, el doctor Guillermo Mendoza Castelán, director general y fundador del instituto, tiene una reunión con nosotros, en su discurso siempre habla de que es posible crecer aquí, que solo hay que echarle ganas y que nosotros pertenecemos a un gran equipo de trabajo. Pero mientras eso es en el discurso, en las mañanas, antes de entrar nos revisan el celular para comprobar que estamos compartiendo las publicaciones de Facebook de los diferentes cursos en nuestros perfiles personales, si no lo hemos hecho nos “invitan” a hacerlo, pues para ellos eso viene dentro de la chamba.

Quienes laboran en el Instituto Tzapin son por lo regular jóvenes recién egresados de la universidad o con estudios inconclusos. Muchos de ellos cumplen la jornada laboral de más de 12 horas, seis días a la semana. Muchas y muchos de nosotros pasamos por alto estas condiciones porque consideramos que se trata de un empleo temporal. El mismo Dr. Mendoza Castelán sabe muy bien que muchos de nosotrxs solo estamos de paso y, en parte, eso permite que sigan reproduciéndose estas neoliberales condiciones de trabajo. Pero ¿si no se presenta una mejor opción en el futuro? ¿Sólo queda aguantar estas condiciones ancladas en la incertidumbre de las comisiones y del contrato nuevo mes con mes? Espero que no.

Esta es una de los tantos testimonios de trabajadores que hay en todo el país, a quienes obligan a tener una jordana de más de 10 horas, sin ningún tipo de seguridad laboral, percibiendo menos que un salario mínimo, sin pago de horas extras, esto es lo que ha provocado la reforma laboral, por ello es necesario que como pueblo exijamos terminar con el neoliberalismo, no en discursos, sino por la vía de los hechos.

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